lunes, 27 de abril de 2015

Un grito imposible de olvidar













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Era una hermosa noche de luna llena e infinidad de estrellas en la bóveda azul oscura del cielo. Carmelo y Jacinta se besaban ocultos en la arboleda, alejados de las mentes malpensantes de sus vecinos.
Jacinta era una viuda treintañera; Carmelo era veinteañero y estaba locamente enamorado de Jacinta. 
Se les cortó la respiración cuando escucharon los motores de unos camiones que se acercaban. Los camiones se detuvieron a unos cien metros de la pareja. Aparcaron junto a la tapia del cementerio. Unos cuantos hombres descendieron de los vehículos. Unos hombres insultaban y empujaban a otros hombres.
Carmelo y Jacinta observaron la escena paralizados por el miedo. Los hombres que recibían los insultos fueron alineados contra  la tapia del camposanto. Los otros hombres se echaron los fusiles a la cara.
De entre los condenados a morir surgió una voz potente:
- Vi va la República!
Seguidamente se escuchó otra voz:
- Fuego!
Una ráfaga de tiros terminó con las vidas de aquellos desdichados. Después recibieron varios "tiros de gracia"
Jacinta lloró mientras abrazaba con fuerza a Carmelo y le besaba castamente en la frente.
Carmelo tardó mucho en recuperarse de su estremecimiento. Este hombre no dejaría de oír en toda su vida la voz de su padre gritando "Viva la República!"

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