viernes, 20 de marzo de 2015

La noche de los muertos vivientes en bicicleta











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Luciano estaba a punto de jubilarse como encargado de almacén o almacenista de la empresa "Galletas y bizcochos Virgen del Arenal" El buen hombre se sentía muy molesto por la acción repetitiva de los "ciclistas salvajes", como él los llamaba, jovenzuelos y no tan jovenzuelos que le pasaban rozando a gran velocidad todas las mañanas. Resulta que Luciano compartía obligatoriamente la estrecha acera de 200 metros de largo que unía su casa con la parada del autobús, el 45, el que le llevaba al trabajo, porque el ayuntamiento había tenido la brillante idea de trazar un carril bici en la propia acera, hasta ahora una acera muy estrecha y ahora imposible para los peatones.
Alguien dijo que el ciclista es una piltrafilla ante el tráfico motorizado y un monstruo para los peatones, y Luciano sufría a diario a esta especie de trolls sobre ruedas, todos ellos trabajadores que iban en bici al trabajo, pero insensibles ante los andarines, aunque estos fuesen casi ancianos como Luciano, o absolutamente ancianos. Solamente una vez una chica le avisó de su presencia haciendo sonar el timbre y le adelantó despacio. Solamente una vez, solamente una mujer ante tanto hijo de puta frenético.
Los sueños distorsionan la realidad. Esa noche Luciano tuvo una pesadilla en la que se le aparecían los ciclistas rodando a más velocidad de la imaginable, pasando a su lado como cohetes. Pero, por esa condición abstracta de los sueños, justo cuando le rebasaban lo hacían a cámara lenta, y sus rostros eran espantosos, talmente de muertos vivientes, piel desgarrada, globos oculares casi colgando... e incluso percibió sus olores nauseabundos.
Se despertó fatal, con la sensación de no haber descansado ni dos minutos.
"Esos hijos de puta me persiguen también en sueños!"
Esa mañana caminó más cauteloso que de costumbre, aunque de nada le servía su chaleco reflectante, la linternita y toda la prudencia del mundo caminando casi al borde de la acera. Los energúmenos volvieron a asustarle. La pesadilla estaba en los sueños y en la realidad, pero era peor en la realidad porque cualquier día podrían atropellarle.
En un momento dado no se pudo contener:
- Mira por dónde vas, cabrón!
No obtuvo respuesta. Los muy cobardes ni se volvían a mirarle. Sólo una vez, hacía meses, uno le dijo algo así como "viejo de mierda!", pero no le entendió bien porque ya estaba lejos.

2 comentarios:

  1. Pobre hombre, aquí en las norias también es un peligro donde han hecho el carril bici.

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  2. Lo es en todas partes, la inmensa mayoría de los ciclistas no tienen conciencia sobre la indefensión de los peatones.

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