miércoles, 11 de marzo de 2015

Bromas de Dios




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En aquellos tiempos los momentos claves de una vida humana sucedían por norma general en casa: el nacimiento y la muerte.
Agueda ya había roto aguas y su criatura estaba a punto de nacer. En la habítación contigua iba a morirse el padre de Agueda, Don Glorialdo.
A Agueda la atendía una comadrona y a su anciano padre un cura; este le había dado la Extremaunción hacía pocas horas. El principio y el fin de la vida iban a tener lugar enseguida entre los muros de la vieja casona. Pero la vida y la muerte se empeñaron en tomar rumbos diferentes.
Agueda dio a luz y el niño nació muerto. Fue un parto muy doloroso y doblemente doloroso por el deselace.
Incomprensiblente el abuelo se impuso al deseo de la Parca, o fue un capricho de esta, y vivió cinco año más.
Todos en el pueblo coincidían en que se había tratado de una "broma de Dios", así de religiosos y supersticiosos eran ellos.
Al tercer año de su reanimación en  el lecho de muerte, Don Glorialdo empezó a chochear. Se volvió mimoso y llorón como un bebé, despertando en su hija Agueda el instinto maternal. Le daba la comida a la boca, le limpiaba las caquitas e incluso le cantaba nanas. Los muy religiosos y supersticiosos aldeanos decían que el abuelo estaba poseído por el espíritu del niño muerto. El cura miraba para otro lado cuando escuchaba estas barbaridades.

2 comentarios:

  1. Cuando llegamos ha mayores, somos también pequeños, suele pasar en los pueblos estas supesrticiones.

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