viernes, 9 de mayo de 2014

Uno a uno y sin prisas ( 85 )







Ni amaba ni respetaba a ser humano alguno, manipulaba a la gente a su antojo, la utilizaba vilmente desde su posición privilegiada de capo. No participaba en la política del "Movimiento", pero los rastreros alcaldes y concejales comían en su mano, así como los guardias civiles y los curas. Todos eran corruptos y los que no "miraban para para otro lado" Casi nadie se salvaba de ser un hijo de puta o un vendido en aquel tardofranquismo que en Lobodoiro y su comarca aún tenía el aire de la posguerra.
Dámaso Sanfelices, el cacique de la industria conservera, sólo tenía una debilidad: su hijita Celia a la que adoraba. Después tuvo otros hijos, pero a ninguno le quiso tanto como a ella. El resto del mundo era para él gente a la que se podía comprar y gente a la que se debía explotar, porque estos últimos habían nacido para ser pobres y "siempre habrá ricos y pobres, listos y tontos", solía decir. Por eso chocó frontalmente contra aquel "sucio gitano" que le exigía más dinero. El romaní hungaro, como el resto de los "muertos de hambre", sólo trataba con los capataces de la fábrica, pero el "señor Dámaso" abandonó su despacho aquel día para ver que pasaba entre los encargados y la chusma, pues el griterío se escuchaba desde todas partes. Le plantó cara al gitano, amenazándole con la guardia civil, pero este no se amedrantó.
- En cualquier otro sitio nos han pagado mejor. Usted paga jornales de hambre. - le espetó en un pésimo castellano el jefe del clan.
- Pues iros a "cualquier otro sitio", hostias!... Venga, todos los gitanos a tomar por el culo! - ordenó a sus capataces - no los quiero ver por aquí!
Este fue el comienzo de la tragedia. Al día siguiente apareció quemado el coche del explotador. Nadie vio hacerlo a los gitanos, pero la guardia civil fue a por ellos y les dio una paliza impresionante, a todos menos a una mujer embarazada y a una niña de 12 años, Aranka Kosztka. Ambas, la mujer y la niña, también habían trabajado descabezando anchoas hasta su expulsión.

Aranka estaba a mitad de camino entre los doce y trece años, pero era una niña muy desarrollada para su edad, la tíca chiquilla que con su temprana conversión en mujer llamaba poderosamente la atención, sobre todo de los sementales más primarios, los que no quieren enterarse de que dentro de ese cuerpo hay una niña inocente. Si Aranka se libraba del baboseo de estos energúmenos, o de algo peor, era porque imponían mucho las navajas de los gitanos. Pero no siempre!... Y la desgracia de esta niña estaba a punto de suceder.

( Mañana: La violación )

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