sábado, 7 de febrero de 2015

Noche de perros













Era la enésima discusión que tenía con su mujer. Tras doce años de matrimonio, surgió la tan cacareada "incompatibilidad de caracteres", y el caráter de Lucinda se había avinagrado a tope, e incluso en las discusiones mostraba mucha más iracundia que nunca. En esta ocasión le lanzó a su marido una sartén, un plato y un carton con huevos, lo que tenía a mano en el momento de ponerse a preparar la cena. Amador tuvo que escapar de la cocina y refugiarse en el cuarto de aseo, el único habitáculo de la casa que disponía de una cerradura.
- Eres un cabrón, no consigues trabajo, pero no te privas de estar en el bar hasta la hora que cierra!
Este era el reproche más habitual.
El apabullado Amador disimuló que se estaba duchando y abandonó el aseo veinte minutos después, pensando que la ira de su mujer se había aplacado. Pero no fue así, esta vez no habría sofá para pasar la noche. Lucinda fue tajante:
- Pide que te dejen dormir en el bar. Hala, que ten por culo!... Largo de aqui o llamo a la policía acusándote de violación.
Era capaz de hacerlo. Sus cuerpos no se rozaban desde hacía siglos, pero era muy capaz de hacerlo, menuda era ella!... Y se lo dijo con un cuchillo en la mano. Amador temió que en cualquier momento le lanzase el cuchillo como ya le había lanzado la sartén, el plato y los huevos.
Y se vio en la calle en una noche fría de Febrero. En el escaparate de un comercio destacaba este mensaje: "Ya llega San Valentín, deciros que os amais!" Qué ironía para el pobre Amador!
Pensó en su futuro inmediato, en las horas de noche gélida que aún tenía por delante. Eran las 12´20. Decidió ir a una pensión que recordaba haber visto tres calles más arriba. "Pesión Carmiña. Viajeros y estables" Su mente le dio un aviso de mal agüero y se palpó la cazadora sobre el bolsillo interior de la misma. "Su puta madre, me ha quitado la cartera!..., la muy hija de puta me ha dejado indefenso!" Pensó en regresar a casa y recuperar lo que era suyo, pero su sentido de protección, o su cobardía, se lo impidió. La conocía muy bien, no le devolvería la cartera, y además cumpliría su venganza: llamar a la policia y denunciarle por violación, aunque no pudiese probarla en un examen médico, pero le jodería bien jodido porque el escándalo iba a afectarle más a él que a ella.
"Vale, de puta madre, sin dinero y sin documentación, qué coño hago yo ahora?"
Avanzó encogido por la calle Alcaldesa Coscojuela, con las manos en los bolsillos de la cazadora, sin saber todavía a dónde dirigirse. Apenas se cruzó con dos o tres noctámbulos porque el frío castigaba de lo lindo y no era cuestión para nadie salir a dar un paseo. Una patrulla de la Policía Nacional le adelantó a escasa velocidad. Ambos policias le miraron. Los policías nocturnos miran mucho para detectar conductas sospechosas. Por un momento se le pasó por la cabeza pedirles que le echasen una mano, algo así como que le pidiesen a su mujer que le devolviese la cartera. Pero la ilusión le duró un segundo, quedaría como un calzonazos y lo más seguro es que le dijesen que ellos no eran una ONG. Volvió a recuperar la ilusión: "Y si les digo que me ha amenazado con un cuchillo?... No, no" Se lo quitó de la cabeza. La patrulla dobló en la siguiente esquina alejándose de su vista.
Recordó que al otro lado del río pestilente, el río Ballenero, que atravesaba el barrio de Norte a Sur, había una vieja casucha de ladrillo con techo de uralita que solían utilizar algunos vagabundos para dormir. Compartirían su techo con él o le rechazarían con malos modales? A fin de cuentas, iba a ser una intromisión en la intimidad de esas personas. Debía probar, no tenía otra opción, o eso o buscar un portal abierto o un cajero. No, lo del cajero y lo del portal no le ilusionaba lo suficiente.
"Coño, cada minuto que pasa hace más frio!"
Cruzó la calle. En ese momento le llegó el ruído perturbador del rotor de un helicóptero. Alzó la vista y vio el helicóptero de la policía volando muy bajo.
"Qué buscarán a estas horas?"
No vio a un ciclista que casi se le echó encima.
"Gilipollas!", le gritó el ciclista.
"Su puta madre!, pero si no lleva luces ni chaleco reflectante!", pensó Amador. Y entonces volvió a su mente la imagen de Lucinda con el cuchillo.
Cruzó el río por el puente de Santa Catalina y se fue acercando temeroso a la casucha de los vagabundos. No oyó voces. "Estarán ya durmiendo?" No había puerta, unos cartones de Tabacalera bloqueaban la entrada a modo de puerta.
- Hola!... Hay alguien ahí?!... Hay alguien en la casa?!
De pronto se sintió ridículo por haber dicho "la casa"
Movió los cartones y entró. Iluminó el interior con el mechero. No fumaba pero le había quedado la mania, tras dejar de fumar, de llevar siempre un mechero en el bolsillo, era como un talismán o una manera de relacionarse socialmente, pues siempre hay alguien que te pide fuego por la calle.
El cuchitril estaba vacío. Los ocupantes de la casucha llevaban tres noches durmiendo en un albergue, desde el día en que empezó a bajar la temperatura de una forma alarmante, aconsejados y casi obligados por los miembros de una ONG que se dedicaban a los sin techo.
Descubrió varios sacos de dormir mugrientos y dos viejos colchones, más mugrientos todavía, algo que le hubiese dado mucho asco en otros momentos de su vida, pero que ahora lo veía como su salvación para esta noche. Unos minutos después ya estaba dentro del saco que le pareció el más calorífico de todos. Se propuso al menos no pasar frío, pues no estaba convencido de que iba a dormirse. El siniestro habitáculo y todo lo que la había ocurrido no eran prcisamente señales optimas para conciliar el sueño. Aparecerían "los siete enanitos" y la emprenderían a hostias con él? Pensó que Blanca Nieves también había sufrido una experiencia similar, sólo que en el cuento la mala era una madrastra y en la realidad una esposa, en el cuento había enanitos del bosque y en la realidad vagabundos urbanitas. 
Con todo este batiburrillo de ideas en su confundida mente, se durmió en un plisplás. Y enseguida tuvo una pesadilla: Un tanque del ejercito se dirigía velozmente a la casucha haciendo un ruído infernal. Iba a aplastarla con él dentro!
Se despertó asustadísimo, pero el ruído continuaba. Era el helicóptero de la policía, lo vio al mover un poco los cartones y asomarse. Dos potentes focos le alumbraron, el del helicóptero y otro desde tierra, y en ese momento escuchó una voz megafónica que le aterrorizó.
"SALGA CON LOS BRAZOS EN ALTO!... LE HABLA LA POLICÍA NACIONAL!"
Se meó encima. La noche se había convertido en la peor noche de su vida, primero Lucinda con un cuchillo, después errabundo sin cartera, pasando un frío de cojones, y ahora la policía acosándole como si fuese un terrorista.
Le tumbaron en el suelo, esposándole por la espalda, apuntándole con varias pistolas. Le cachearon a conciencia.
- No lleva documentación, mi teniente.
"Joder, a todos los que se quedan por la noche en la calle les pasa esto?", pensó el acojonado Amador.
- Deme sus datos ahora mismo y sin mentir, los vamos a comprobar. Nombre?
- Sí, señor, Casto Amador. - respondió temblando.
- Segundo apellido?
- No, este es mi nombre, mis apellidos son Berenjeno Gutiérrez.
- Dónde vive?
- En Alcaldesa Coscojuela, 33, 2º derecha.
- Nombres de sus padres?
- Arsenio y Amadora.
- Cuántos años tiene?
- Cuarenta y siete.
Quedó inmovilizado a la vista de varios agentes, mientras el teniente consultaba con la base de datos de la Policía Nacional. Pasado un rato, llegó la desilusión para la Bofia.
- Este tío es un pringado, se nos ha vuelto a escapar el hijo de puta!
"El violador del chandal del Real Madrid" les había dado el esquinazo. Los agentes del helicóptero le perdieron la pista y luego lo relacionaron equivocadamente con el hombre que caminaba entre el puente y la casucha.
- Quítenle las esposas. Usted, levántese.
Se incorporó rapidamente, pensando que si no obedecía podrían darle una patada, pero el teniente le habló esta vez en un tono muy afable.
- Soy el teniente Enrique Jiménez Herrera y le pido disculpas por las molestias causadas, le hemos confundido con un hombre al que buscamos.
Casto Amador no supo qué decir, se limitó a intentar una sonrisa de compromiso, pero sólo le salió una mueca porque el miedo seguía metido en su cuerpo.
- Usted no tiene pinta de sin techo, me puede decir qué hace aquí?
- Pues... he... he discutido con mi mujer y... y ya lo ve.
- Se sintió fatal al ver las sonrisas discretas de los maderos.
- Y porqué no ha ido a una pensión?
- Verá, es que... me he dejado la cartera en casa.
Ahora las sonrisas ya no eran discretas, estaba quedando como un auténtico gilipollas. Sintió asco de sí mismo.
El teniente le extendió una tarjeta.
- Esta es la dirección de un albergue, pero no vaya ahora porque no le van a abrir. Preséntese por la mañana para que le hagan la ficha, eso en el caso de que no se arregle antes con su mujer. Suerte, amigo!
Un minuto después reinaba el silencio. Durmió como un tronco hasta las 8 de la mañana, cuando empezaron a llegar los indigentes procedentes del albergue. Y aquí podría iniciarse otra historia.

4 comentarios:

  1. Je je je... Igual se inicia otra historia... ¡Juas!

    Esa Coscojuela debe ser famosísima, oiga. Creo haberla visto como ministra, con calles y plazas dedicadas a ella, e incluso me parece reconocerla como una heroína rusa de alto voltaje, completamente letal. Aunque más letal es su mascota, ¡por Thor!

    Voy para arriba.

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  2. Gracias a usted por leerme, Enriqueta, ni se imagina lo importante que es esto para mi. El blog lo lee mucha gente, lo dicen las estadísticas, pero les acobarda dejar comentarios.

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  3. Lo de la mascota ya es la leche, jajajajaja!... Doña Bimba va a convertirse en la primera estrella felina de la bloguería mundial!

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