sábado, 31 de enero de 2015

En el punto de mira












Dimitri Valianov era el mejor de su especie, la especie de asesinos con rifle de mirilla telescópica. En el ejercito le hubiesen llamado francotirador, y a lo mejor Clint Eastwood se hubiese inspirado en él, y no en Chris Kayle, para su controvertida película.
Dimitri Valianov había sido tirador de élite en el ejercito de su país hacía muchísimos años. Después se retiró y fue envejeciendo mientras mataba por dinero.
El primer ministro, Vladimir Segiskof, ya estaba en su punto de mira. No le había sido difícil camuflarse entre los riscos de aquella ladera, burlando la vigilancia de los agentes de Segiskof e incluso del helicóptero que peinaba la zona rompiendo la paz con el jodido ruído de su rotor. En cuanto matase al politico se esfumaría con su moto de montaña por los pinares y vaguadas, y ni el helicóptero, ni los agentes, ni la puta madre de todos ellos le pillarían. Nunca le habían pillado en sus treinta años de asesino profesional.
Allí abajo, en el pequeño pueblo que fue escenario de una dura batalla veinte años atrás, Segiskof empezó a colgar las medallas al mérito de guerra en los cuellos de un grupo de veteranos.
Valianov tenía la cabeza de Segiskof en la cruz de su punto de mira. Su dedo índice contactó con el gatillo y, cuando iba a oprimirlo... quedó estupefacto. Varios hombres se habían echado sobre Segiskof y le habían tumbado. El asesino no daba crédito a sus ojos.
"Mierda, es imposible, no han podido verme!"
Además, el helicóptero, en ese momento estaba alejado de su posición. No le cabía duda, los hombres que habían arrollado al primer ministro eran sus escoltas, le habían protegido de algo o de alguien, como cuando el perturbado aquel se lanzó a por Reagan para expresar de esta manera su amor por Judy Foster. 
Valianov no vio al otro grupo de escoltas, pues se lo tapaba la muchedumbre y los camiones de dos cadenas de television, que tenían inmovilizado en el suelo a un hombre que había intentado acuchillar a Segiskof.
"Mierda, mierda, puta mierda!"
Valianov se lanzó al bosque en su moto. Le habían pagado la tercera parte de lo prometido con la promesa de que el resto lo recibiría después de eliminar a Segiskof. Ahora eran capaces de pedirle que devolviese lo que ya le habían dado. Era muy consciente de que podia jugarse el pellejo si se negaba, pues Ivan Karchenko era un auténtico hijo de puta.

Los ojos de azul pálido de Ivan Karchenko, ojos de psicópata, miraron fijamente a Valianov.
- No es culpa tuya que se nos haya escapado con vida. Quién iba a suponer que se iba a entrometer un capullo?... Tienes que intentarlo otra vez, Dimitri, intentarlo y hacerlo. - Esto ultimo sonó como una amenaza - La Organización confía en ti.
- Ahora aumentarán todas las medidas de protección y...
- Ni una palabra más, Dimitri. La Organización paga y tú cumples. Dentro de unos días van a inagurar un parque en Petrogroski. Es la última oportunidad que tenemos en mucho tiempo, pues no hay programadas más apariciones en público de Segiskof hasta la primavera.

Valianov tenía razón, cómo no!, las medidas de seguridad en torno al primer ministro se habían incrementado de una forma paranoica. La ciudad de Petrogroski parecía estar tomada por el ejercito. También habían acudido los principales personajes del regimen, pues la ocasión lo requería. Se iba a inaugurar un gran parque, el más grande del país, con el nombre de la maxima heroína de la Revolución: Teresa Koskojuelova. ( Ella sola había abatido 72 aparatos enemigos en encarnizadas batallas aéreas )
Valianov, tras dos semanas de rigurosa exploración del terreno, logró ubicarse en una vieja buhardilla de un edificfio mastodóntico del siglo XIX. La huída sería saltando al ático de un inmueble moderno de reciente construcción. Tenía calculado el tiempo que tardaban en descender hasta la planta baja cualquiera de los tres ascensores del edificio. De ahí hasta una boca de metro apenas distaban 100 metros. Suficiente. Los hombres de Segiskof no se habrían recuperado del susto cuando él ya habría desaparecido de la zona.
En la buhardilla le habían visitado los agentes de Segiskof y la policía local, pero a nadie le hizo sospechar el pobre anciano ciego en el que se había convertido Valianov. Un pobre ciego al que sus vecinos veían en contadas ocasiones, pues apenas salía de su buhardilla. El ciego "original" había sido eliminado por Valianov, descuartizado y transportados sus restos a un vertedero de basura lejano.
Una limusina negra con distintivos oficiales aparcó ante la tribuna instalada para el evento. La banda musical de la brigada paracaidista "Coronel Valdiviesof" se arrancó con las primeras notas del Himno de la República, mientras descendían de la limusina el primer ministro Segiskof, su esposa, Enriketalenka Rupertinoschtka y la gran heroína de la patria, Teresa Koskojuelova, a la cual no se le veían bien todas las condecoraciones, pues llevaba en brazos a su queridísima mascota, la gata Bimbuska, de la cual no se separaba nunca.
Aquel era el gran momento. Por espacio de un minuto, más o menos, Koskojuelova y Segiskof estarían solos, distanciados varios metros del séquito de politicos y militares y sus esposas. El pronunciaría un brevísimo discurso y le entregaría a ella un ramo de flores. Segiskof ofrecía un inmejorable blanco, ya que no se acercaba mucho a la heroína porque tenía alergia a los gatos.
Valianov acercó un segundo el gatillo y se dispuso a aplastar el dedo en el mismo, cuando sucedió algo inverosimil: Las piernas de Segiskof se doblaron y el estadista cayó al suelo hecho un ovillo.
- Joder, y qué coño pasa ahora?! - gritó en voz viva Valianov. - Habrá otro tirador por ahí?
No, no lo había, la explicación era más sencilla: Segiskof acababa de ser víctima de un infarto fulminante.

Como era de esperar, todos los medios de comunicación del planeta se hicieron eco de la muerte de Vladimir Segiskof. Valianov se temió lo peor otra vez, Karchenko le exigiría que le devolviese el anticipo, pues no había cumplido con su trabajo, y no tendría más remedio que devolvérselo si no quería acabar con unos zapatos de cemento el fondo del río Gotoski. Pero un bulo empezó a correr por las redes sociales  y, al igual que todos los bulos, una gran mayoría de la gente se lo creyó, y eso significó la "salvación económica" de Valianov. Los conspiranoicos hablaban de un asesinato y se lo atribuían a un francotirador, aduciendo que el Gobierno se había inventado lo del infarto para no dar muestras de debilidad. "Quién iba a ser capaz de disparar contra el primer ministro?!... Es imposible, no hemos dejado ni un milímetro del parque y de los edificios colindante sin vigilar", se defendían los politicos y los policías. Y algunos de los conspiranoicos dieron con sus huesos en la cárcel. Pero uno de ellos fue más lejos, preguntó qué había sido de un anciano ciego que vivía en una buhardilla de... "Basura, eso es sólo basura!", respondían los adictos al regimen.
Pero Ivan Karchenko no lo interpretó como basura.
- Enhorabuena, Dimitri, has hecho un buen trabajo. - Le dijo mientras ponía en sus manos un sobre con el resto del dinero prometido.
- Gracias, señor Karchenko.
Pasadas varias semanas, Karchenko empezó a dudar. "Por qué las autoridades no han iniciado una investigación?"; "Por qué no están torturando a los sospechosos habituales?"; "Será verdad lo del infarto?..."
Pero el apátrida Dimitri Valianov, que ahora respondía por otro nombre, ya estaba muy lejos de su país y, por lo tanto, no podia responder a las interrogantes de su empleador. También se había entregado a las manos de un experto cirujano y contaba ahora con un rostro "algo distinto" del suyo de toda la vida.
- Este es el hombre. -  Le dijo su nuevo empleador mostrándole la imagen jovial de la persona que aparecía en la portada de un periódico local.
- Cómo se llama?
- Pablo Iglesias, pero lo único importante es que es escoria comunista.
- Entiendo.
No, no entendía nada, lo ignoraba todo sobre el panorama politico español, pero él era un asesino profesional y los asesinos profesionales no hacen preguntas, se limitan a cumplir con su trabajo.

Millones de turistas visitan cada año el Parque de Teresa Koskojuelova, especialmente japoneses. Y millones son las fotos y los selfies que se hacen frente a la estatua de la heroína de la patria y su gata Bimbuska.

6 comentarios:

  1. Al final me voy hacer lectora de libros policiacos y asesinatos,bonito nombre parecido al mío jjjii.

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  2. Jejeje!... Pues yo disfruto mucho leyendo este tipo de novelas, y algo se me pega, o no?
    Muchísimas gracias por haberse acercado al blog a leerme, me alegra de que se le haya resuelto el problemilla.
    Besos!

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  3. ¡Coño! yo ya sabía que la gata Bimbuska es letal de necesidad. Normalmente, quienes tienen alergía a los gatos lo saldan con picores y estornudos, ¡pero esa es capaz de provocar un infarto fulminante!
    Yo le diría a la heroína Koskojuelova que reclamase el dinero a Karchenko, pero visto el nuevo encargo, mejor no interferir...

    ¡Buen finde, Iñaki y Enriqueta!

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  4. De nada encantada¡¡¡¡¡¡¡¡ Hola Teresa buen finde¡¡besos para los dos.

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  5. La verdad que si se le pega, se nota se nota.

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  6. A Bimbuska hay que hacerle un monumento para ella sola. Feliz fin de semana,
    buena gente!

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