lunes, 7 de octubre de 2013

Torera!, Torera!, Torera!..



 


Estaba superior, genial, cumbre, apoteósica, divina!... Toreaba mejor que el propio José Tomás o que el mismísimo Belmonte!... El público se había entregado a ella desde la primera tanda de naturales, aclamándola en cada muletazo ceñido y vitoreándola con fuerza al concluir en un desplante airoso.
Hubo otras mujeres toreras, pero ella era la mejor con mucha diferencia, una diosa en el ruedo, un fenómeno de multitudes.

Reinó el silencio absoluto en el coso cuando se perfiló para matar. Agitó el trapo bajo el morro del astado y gritó:
- Eh, toro, eh!
Oh, Dios, fue una estocada perfecta!... El acero entró limpiamente hasta la bola. Antológica!
Delirio entre la afición, lluvia de sombreros, pañuelos, corbatas, claveles...

La sacaron en hombros por la puerta grande. Cientos de aficionados seguían al grupito que paseaba apoteósicamente al ídolo femenino del momento, cuatro hombres recios que iban turnándose a medida que avanzaban por las calles de la ciudad.

Llegaron a calles menos transitadas. Dejó de oírse el griterio de la multitud que les seguía. La torera miró hacia atrás y no vio a nadie.
- Vale, bajarme ya y que venga un taxi.
No la hicieron caso. Entraron en un callejón oscuro que discurría entre naves industriales
abandonadas.
- Dejadme ya, se acabó, venga!
De pronto se sintió aterrorizada. Qué pretendían aquellos hombres?... Por fin la dejaron en el suelo. Observó las expresiones diabólicas en sus rostros. El más siniestro se dirigió a ella:
- Vas a probar las pollas de cuatro hombres desahuciados, indignados y hartos de gente rica como tú, hijos de puta que explotais a los pobres.
- No, por favor, no me hagais daño!
La valiente torera se derrumbó, convirtiéndose ahora en el ser más indefenso y amedrentado del mundo.
La despojaron violentamente de sus ropas de torera, arrancándole de sendos tirones el sujetador y la braga.
- No, por favor, no!... Socorro, Socorro!...

Despertó bañada en sudor, temblando, palpitándole con fuerza el corazón...
La Infanta Doña Elena de Borbón acababa de sufrir la peor pesadilla de su vida.

( Estoy en contra del maltrato de cualquier tipo y en cualquier circunstancia, tanto a animales como a personas. Entiéndase esto como un relato de ficción sin más pretensiones )

2 comentarios:

  1. Jojojo, que siniestro. Desde luego, es una pena que la infanta no haya cojido al alternativa.

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  2. A lo mejor aún está a tiempo, puede que algún día tenga que buscarse la vida, je, je!

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