sábado, 12 de octubre de 2013

La última broma



La familia circense cumplió la última voluntad del payaso Zapatones, le enterraron con su narizota roja puesta. En un principio quiso recibir sepultura con el traje completo, su traje chillón que sumaba tantos años como remiendos, incluídos los zapatones, la pelúca y el sombrero, pero decidió finalmente dejárselo como herencia a su sobrino Carlitos, el payaso Zampadonuts, un chico que le admiraba y que quería ser digno sucesor de su tío, al menos digno porque igualar la genialidad de Zapatones era muy difícil y Zampadonuts lo sabía.

El viejo payaso asistió desde el Más Allá a la primera función que se celebraba después de su muerte.
Zampadonuts fue felicitado por sus compañeros a los que les dijo: "He sentido en todo momento la presencia de mi difunto tío, él está aquí entre nosotros, y hasta le he oído reír"
El director del circo le miró con indulgencia y pensó: "Pobre chico, está tan afectado por la muerte de su tío y tan emocionado por su debut!... Bueno, ya se le pasará"
Y entonces Zapatones le susurró al oído: "Eres un incrédulo, Manolo, pues claro que estoy aquí!"
El susto que se llevó el buen hombre fue morrocotudo. Dios le había dado permiso al payaso para hacer su última broma, evitando al mismo tiempo que le diese el infarto.

En el maravilloso mundo del circo ocurren cosas maravillosas todos los días.

4 comentarios:

  1. Los viejos payasos nunca mueren, dicen

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  2. Je je je... Manolo se lo pensará mucho la próxima vez.

    ¡Feliz lunes!

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  3. Todos nos morimos, Don Jesús, pero queda muy bonito eso de poner la coletilla "nunca mueren" detrás de la gente que nos gusta.

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