Las palomas insisten a pesar de que saben que las cáscaras de cacahuete no se comen. Ni las como yo ni las comen ellas. Pero deben pensarse que guardo en el bolsillo o en la mochila algo sabroso y sustancioso para sorprenderlas y deleitarlas cuando menos se lo esperen. La paloma es el animal más optimista que existe.
Ahí están, arremolinándose en torno a mi a cada pocos pasos que doy. Es que doy pocos pasos y me detengo porque acudo a una cita y es muy pronto, el lugar de la cita lo tengo a pocos metros y como cacahuetes para matar el tiempo. Pues a cada cáscara de cacahuete que tiro al suelo aparecen nuevas palomas creyéndose que es el maná.
Qué bichos más antipáticos son las palomas! Nos miran por encima del hombro de las estatuas y nos cagan al menor descuido que tenemos. Y luego quieren que las alimentemos como si fuese una obligación nuestra. La culpa es de los jubilatas que las tienen muy mal criadas.
Al regresar a casa consulto en el diccionario. "Paloma: Ave doméstica de tamaño medio, apreciada por su carne" Pues no estaría mal cazar palomas para llenar la nevera, así me ahorraría el dinerito que me gasto en pollo y en filetes de pavo. Lo malo es que siempre habrá testigos porque en donde hay palomas hay gente, no es como cazar en el monte o en las verdes praderas. En los parajes naturales apenas se ven palomas pordioseras porque los escasos jubilatas campestres son montañeros, senderistas, pastores o anacoretas, gente poco dada a perder el tiempo engordando a los animales de nadie. A lo mejor algunos domingueros obsequian a los pajaritos y a las culebras con los restos de su festín antes de quemar el bosque y regresar a sus ciudades enmierdadas por las palomas, los botelloneros, los grafiteros, los meones, los escupidores, los caciques locales, los perros cagones, las ratas, las cucarachas, los guardias municipales, los ciclomoteros, los yonkis y demás parásitos urbanitas.
Las palomas de la ciudad dicen que no son comestibles, que tienen muchos parasitos y la carne contaminada por el humo de los coches.
ResponderEliminarAsí parece ser. Ni las tiernas palomitas se libran de la "crueldad ambiental"
ResponderEliminarBuen día!
Cierto, la carne de paloma es deliciosa. Sólo la comí unas pocas veces, de niña, cuando una vecina que tenía un palomar le daba a mi madre una pechuga para mí.
ResponderEliminarLas que están libres, como dice JV, no son aptas para el consumo debido a la contaminación de las ciudades.
Cuando trabajaba en Correos, en el inmenso pabellón del CCP Colón, nos daban problemas al colarse desde el muelle de carga por las enormes puertas del recinto y aposentarse en el falso techo del muelle, roto en muchos puntos. Fue cuando lo de la gripe aviar, creo. Yo era una puñetera "sindicalista", sin serlo, acogotaba al jefe constantemente, señalándole todos los errores en el servicio.
Le dije que las palomas cagaban sobre el cargamento del muelle y con ello podíamos infectar a España entera... ¡Juas!, se cagó él y ordenó reparar el falso techo con tela metálica, además de poner avisos en las puertas, de que estuvieran siempre cerradas, ya que eran de esas de cortinas de plástico en lamas. No le hicieron puto caso en esto último y en cuanto a la reparación del falso techo del muelle, una vez instalado seguían habiendo palomas dentro. Era un buen tipo y se alarmó, pensando en que habían quedado atrapadas, queriendo que se abriése para que salieran. Narices, es que la reparación se había hecho mal, no estaba todo cerrado.
En fin, lo de siempre, chapuzas a tutiplén, trabajo inútil por desidia y cabreos a manta.
¡Para arriba voy, rauda y veloz!
Ciertamente sun un coñazo las palomas, aunque las pobrecillas no tengan la culpa de nada, je, je, que sólo hacen obrar conforme les dicta su instinto.
ResponderEliminarJo, su jefe estaba estresado y usted le cargaba con más problemas. Era una sindicalista terrible, la tortura de un sufrido empresario!... Ya se ha arrepentido de tanta maldad?