jueves, 20 de junio de 2013

Lo peor ocurrió al final




Empezó a sentir unas ganas irresistibles de evacuar, lo que se dice un "apretón" Había dejado bastante atrás la arboleda y aún le faltaban unos quinientos o setecientos metros para llegar a aquel pueblo pequeño que empezaba a mostrarse ante sus ojos.
Imposible hacerlo en la orilla del camino, no había en dónde ocultarse, le verían desde los tractores o desde alguna casa del pueblo. No tenía otra alternativa que llegar hasta allí y confiar en que la buena suerte le sorprendiese con un bar abierto y en su interior un acogedor váter.




El pueblo era mínimo, dos calles y una placita y en esta un bar que a la vez era tienda y oficina de correos. Entró como un torpedo en el establecimiento. En la barra había cuatro o cinco lugareños borrachos y, sentados ante una mesa, dos peregrinos devorando bocadillos. Se quitó la mochila y les dijo a los peregrinos que la echasen un ojo mientras iba al váter.
Entró en el váter cuando ya no podía resistir ni dos segundos más. Dos decepciones: la puerta no se cerraba, ni tenía pestillo ni encajaba en el marco, y el habitáculo carecía de "trono", era necesario realizar la faena al modo de nuestros antepasados, colocando los pies sobre unas pequeñas plataformas dispuestas de tal manera que el orificio anal quedase justo encima del orificio receptor de los excrementos.
    




Pero no era momento para remilgos. Se bajó el pantalón y el calzoncillo a velocidad meteórica e instantáneamente expulsó sus blanduzcos y amarillentos deshechos. Oh, qué placer!... 
Ahora corría el peligro de que le sorprendiesen en tan íntima y ridícula postura, pues no llegaba con la mano a la puerta, la cual distaba más de un metro de su posición. Era cuestión de no perder ni un segundo, pero... Oh, tercera gran decepción: no había papel higiénico!... y su rollo de emergencia estaba en la mochila. Se lo pensó rápido, haciendo equilibrios extrajo el pequeño bloc de anotaciones de un bolsillo del pantalón. En la maniobra cayó el monedero al agujero de la mierda. Lo dio por perdido, contenía muy pocas monedas y no podía permitirse el lujo de pringarse la mano. Ahora debía intentar la muy difícil empresa de higienizar su culo con las pequeñas y toscas hojitas de papel cuadriculado. Y entonces sucedió un cataclismo. La puerta se abrió violentamente e irrumpió en el cuartito un borracho que se lanzó ciego hacia donde él estaba y le duchó con una monumental vomitona. Los residuos gástricos del bolinga empaparon cabellos, cara, camiseta, piernas, calzoncillos y pantalón del aterrorizado peregrino.
Pero en su destino estaba escrito que aún lo había de pasar peor: El borracho resbaló y fue a caer encima de él, quedando ambos unidos en una posición ridícula y pringados de vomitona rojiza y mierda amarilla. Y en eso asomaron por la puera, que había permanecido abierta para deleite de la clientela del bar, los colegas del de la vomitona, los cuales, fascinados por el insólito cuadro que se ofrecía ante sus ojos, prorrumpieron en largas y muy sonoras carcajadas.

Y aquí no terminaron toos los males de nuestro atribulado peregrino. Cuando recuperó la verticalidad, sucio y maloliente, subiéndose apresuradamente calzoncillo y pantalón, sin perder la expresión de pasmo, mientras el borracho farfullaba alguna disculpa y sus amigos seguían con la juerga, hubo de enfrentarse a otra calamidad: le habían robado la mochila. Los peregrinos del bar eran peregrinos falsos, de los muchos que se dedican a robar a los peregrinos que descuidan la vigilancia de sus enseres.
No tuvo más remedio que pasar la noche allí, a la espera de que viniese un familiar a recogerle. Y en aquel maldito pueblo no había albergue. Una viuda arpía le aceptó en su casa y le cobró como si fuese un hostal de tres estrellas. Aquel era un lugar maldito cuyos habitantes gozaban puteando a los peregrinos. Y en la maldita casa no había agua caliente, o la vieja asquerosa no quiso gastar butano.
En fin, todos tenemos algún día malo... o peor!

La primera parte de este relato ( hasta la entrada del borracho en el váter ) está inspirada en hechos reales. Pero el desenlace es producto de la imaginación malévola del autor en un intento escatológico de superar a Kafka y a Mariano Ozores a un mismo tiempo.

4 comentarios:

  1. Con lo bien que se caga en el campo

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  2. Sí, pero estaba expuesto a las miradas de los agricultores. Desde luego, el campo tampoco es muy cómodo para eso, yo lo he tenido que unas cuantas veces y la verdad es quie prefiero el "trono"
    Buen día!

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    1. Hombre, estar expuesto a las miradas de agricultores me parece poca cosa teniendo en cuenta lo que pasó.
      Yo también he tenido urgencias de este tipo por esos mundos de Dios y las he capeado sin rubor.
      En una ocasión, yendo de viaje en autocar con los padres de mi entonces novio a su pueblo (él estaba en la mili), nos detuvimos en una parada "técnica", pero el lavabo de señoras estaba a rebosar, con una cola larguísima. Entre que yo ya no me aguantaba más y que el vehículo salía en unos minutos, Ignacio, el padre, me ofreció que usara el váter de hombres, poniéndose él ante el vano, ya que el cubículo carecía de puerta. Felisa, su mujer, protestó que no, pero yo accedí. Mi luego suegro era alto y enorme, me tapaba por completo. Se puso de espaldas y pude aliviarme.
      En otra ocasión, en una fiesta de un pueblo donde tienen familia (pero no los vimos), había que hacerlo donde buenamente podías, o sea, en el campo. Mi entonces novio y yo nos fuimos buscando un rincón escondido, era de noche. Hizo como su padre, ponerse de espaldas, vigilando. Pero yo vigilaba más y vi a un voyeur agazapado, tal vez esperando que hiciéramos guarradas...
      Esas fiestas de los pueblos eran una pesadez por este motivo, que no habían servicios. Embarazada de mi hija, con un bombo de cuidado, en otra ocasión me dirigí a una abuela tomando el fresco a la puerta de su casa, le pedí usar el váter y accedió muy amable.
      Pero lo gordo fue un día en que fuimos los cuatro a un pueblo. Ellos, padre e hijo, se fueron a ver a sus parientes y nos dejaron a la madre y a mí en un bar. Nunca supe el motivo, pero tardaron horas y horas. Yo no me aguantaba más, sin embargo, el váter era sólo para hombres, con la cazuelita esa... Nervosísima, rememoré nuestra llegada allí, por si había campo cerca. No. Finalmente me metí en el cubículo que, afortunadamente, tenía puerta y... meé en el suelo. Así mismo. Pensé que si me decían algo, "las quejas al maestro armero", o sea, al hijo y al padre cuando volvieran, por abandonarnos durante horas.

      ¡Voy para arriba!

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    2. Bueno, el no sabía lo que le iba a ocurrir. De haberlo adivinado, seguro que lo habría hecho en el campo.

      Joder con Doña Felisa, veía infedelidades hasta en ese momento!... Esta escena me recuerda los concierto de rock al aire libre: Montones de tías meando y al lado de cada tía un tío "haciendo guardia"

      Je, je, los voyeurs de los pueblos... suelen ser los solterones reprimidos que a lo mejor no han tenido una relación sexual en toda su patética vida, como mucho alguna visita a las "casas de lenocinio"

      Cuando la necesidad aprieta...!

      Oiga, nos cruzamos en el camino, usted va para arriba y yo para abajo, je, je!

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