miércoles, 16 de diciembre de 2015

Tradición y gloria mediática.



Resultado de imagen de Santa CLAUS

Para el concurso de relatos navideños de El Periódico del Prat.

Prólogo.


Cuentan las crónicas que nunca el abuelete Faustino se había sentido tan enormemente ilusionado como en aquella ocasión. Y ya verán como en esta historia se mezclan la tradición navideña y el afán narcisista y exhibicionista de sentirnos famosos y admirados por la masa humana desconocida. Aunque, a decir verdad, el abuelete nunca soñó con este tipo de fama. El simpático abuelete Faustino solo quiso darles una alegría a los suyos, especialmente a sus queridísimos nietos. La parte mediática corrió a cargo de su hija Alicia. Pero empecemos por el principio, que es por donde suele empezar todo, incluso los relatos.


La rebeldía del abuelete.

Faustino empezó a dejarse barba y a no cortarse el cabello. "¿Síntomas de chochura?", pensó enseguida su esposa Mercedes, que era una mujer muy seria. "¡Ay, Dios!, ¡Ay, Dios!, ¡que este hombre ya chochea!" Y se encaró con su marido: "Estás horrible con esas greñas y esa barba de mendigo o de político comunista. ¡Ya estás cortándote la barba y el pelo, Faustino!" "Mujer, te he dicho que es una sorpresa y que os va a encantar a todos", respondió el abuelete sonriendo pícaramente como un niño, un Don Faustino que empezaba a dar la imagen de personaje para dejar de ser persona real. El siempre había llevado la cara limpia y el pelo corto, por eso su conducta alarmaba a los que le conocían de toda la vida. Solo había una excepción, su nieto mayor, Iñaki. Este chiquillo estaba encantado con la nueva imagen del abuelete.


La gran noche.

Ya todos lo sabían. Ahora solo había que esperar al show. Toda la familia se hallaba reunida en el salón: papá, mamá, los niños, la abuela, una hermana viuda de la abuela y un hermano soltero de papá. El día anterior el abuelo había llegado a casa con el flamante traje de Papa Noel recién adquirido en Almacenes Coscojuela. Se lo probó y quedó maravillado de sí mismo. Con su aspecto de hombre rollizo y coloradote y aquella barba natural daba una imagen más papanoelesca que el Papa Noel de la Coca Cola.


¡Fatalidad!

Todos esperaban el ansiado momento en el salón, un espacioso salón presidido por el árbol navideño y el Nacimiento. El Papa Noel iba a llegar de un momento a otro. Sus tres nietos preadolescentes también sabían que el archipopular Santa Claus no era otro que el abuelete. A la abuela Mercedes le seguía pareciendo aquello una patochada, pero se lo perdonó a cambio de que no se olvidase ningún día de tomar sus medicinas y se duchase más a menudo. Y, en lo alto de la escalera que comunicaba con el primer piso del bungalow, apareció por fin la figura de traje rojo, cara sonrosada, larga melena y luenga barba del último Papa Noel conocido, el abuelete Faustino, el cual cargaba con unos cuantos paquetes de regalos, unos bajo un brazo y otros en un enorme saco.
"¡Jo,Jo,Jo,Jo!", exclamó el Papa Noel con toda la teatralidad exigida al personaje. "¡Madre del Amor Hermoso, qué patochada!", pensó Doña Mercedes. Reían los nietos como acostumbran a reír los chiquillos ante las ridiculeces de los viejos. Sonreían condescendientes los adultos. Y entonces surgió lo inesperado. Don Faustino sintió un calambre en la pierna derecha, cosa que no le ocurría desde hacía mucho tiempo, pero el cuerpo humano suele dar fastiosas sorpresas en la senectud. Su extremidad se dobló y perdió el equilibrio, cayendo escaleras abajo y dándose un tremendo cabezazo contra la arista de uno de los peldaños. El hostión fue de película.


Epílogo.

No fue necesaria la autopsia. El doctor firmó la defunción y enseguida llegó a casa un precioso féretro y demás ornamentación fúnebre, más el consabido séquito de deudos y vecinos. A pesar de la reticencia de la abuela se impuso el criterio de su nuera Alicia, y el difunto abuelete fue introducido en el ataud con el mismo ropaje del personaje que acababa de interpretar. ¡Jamás un ser vivo contemporáneo lució una mortaja más alegre! "Es lo más justo", argumentó Alicia, "el quiso hacernos felices con su interpretación del Papa Noel y nosotros le rendimos este agradecidísimo homenaje" Pero, en realidad, lo que Alicia pretendía era que el abuelete se hiciese famoso en las redes sociales. Y consiguió su objetivo, pues no faltaron vecinos y familiares que le grabaron con sus móviles, e incluso se hicieron divertidos montajes en los que se le veía aparecer en lo alto de la escalera y acto seguido pegarse el hostión, para después vérsele reposando en la caja mortuoria. Estos planos se combinaban con otros de los concurrentes a la fiesta y al óbito, primero jubilosos y luego tristes. Y habíanlos muy tristes pero sin dejar de grabar. El único que mostró todo el tiempo un semblante feliz fue Iñaki, el nieto mayor del difunto. Por su mente satírica rondaba una idea: "Algún día escribiré un relato fascinante sobre el tragicómico final de mi estupendo abuelete"

3 comentarios:

  1. ¡Jo! Cómo le encanta a usted matar gente, pufff...

    Cuando lo publique en el blog del concurso se lo comentaré.

    ¡Feliz jueves!

    (Ya he estado por abajo)

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  2. ¡Voy para abajo!... La sangre es una de las alegrías de la literatura, ¡je,je!

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