sábado, 11 de abril de 2015
Una sonrisa inoportuna
El soldado aún vivía. Se lo encontró un teniente del ejercito ganador. Ya se había encontrado varios, rematándolos ipso facto. Quitó el seguro a la Astra y arrimó el cañón hasta tocar la nuca de aquel desdichado del ejercito derrotado. Tocó suavemente el gatillo y...
Le gustaba recrearse un poco en esta labor exterminadora. No era un sádico total, pero tenía su puntito. Matar a un hijo de puta que podia haberte matado a ti o a un compañero tuyo, procuraba en cierto modo una pequeña o gran satisfacción, dependiendo del grado de humanidad de cada cual.
Tocó suavemente el gatillo y...
- Mi teniente!... mi teniente!... Ha terminado la guerra!... Lo acaban de comunicar por radio!
Gritó un soldado desde un cerro próximo.
El teniente miró al mensajero y volvió a mirar al hombre que tenía junto a él. No estaba excesivamente herido y tampoco parecía haber perdido demasiada sangre. Su respiración era regular. Podría salvarse.
Apretó el gatillo. Convirtió su cabeza en un revoltijo de sesos.
"... dependiendo del grado de humanidad de cada cual"
"Si el hijo de puta no hubiese sonreído!..."
Se justificó interiormente, limpiándose el uniforme de la masa encefálica que le había salpicado.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Por Dios¡¡
ResponderEliminarSe ha horrorizado usted?... Lo siento!
ResponderEliminarUn hijo de puta así actuó cuando Franco entró en Barcelona. Mató al que estaba delante de mi abuelo en la fila de condenados, a pesar de que alguién entró corriendo, avisando de que la guerra había terminado. Maldad, ganas de matar gratuitamente.
ResponderEliminarAsí es, están ya envenenados, necesitan su dosis de muerte. Ha sucedido con muchísimos combatiente, que en la vida civil no han podido controlarse.
ResponderEliminar