martes, 14 de abril de 2015

Carlitos superó a Navarro y Gorrinchi







Un público hetereogéneo acudió a aquella primera proyección del cinematógrafo en Calzadilla del Arroyo, un pueblo pequeño de La Mancha: Niños con sus padres y abuelos; el alcalde, el alguacil y el boticario, los tres con sus respectivas esposas; y algunos labriegos que acababan de regresar de sus tareas campestres. Había excusado su presencia Don Severo, el párroco, por no tener muy claro si ese "disparatado invento" era digno de un ministro de Dios.
Una señora tocaba el piano mientras las imágenes mudas se sucedían en una sábana que colgaba de una vara de la tramoya del teatrillo. Un hombre manejaba el proyector. Al principio todos los concurrentes se asombraron ante aquel insólito espectáculo de imágenes absurdas en movimiento, pero pronto empezaron a reír con las gamberradas que protagonizaba un miserable personajillo que vestía como los ricos, pero muy extravagantemente.
El caballero proyeccionista cambió varias veces de rollo, de historieta, de película...
A mitad de la función entraron en el teatro los comediantes Augusto Navarro y Filomeno Gorrinchi, empresarios y actores principales de la compañía de comedias y dramas "Navarro y Gorrinchi". Actuaban en un pueblo a siete kilómetros de Calzadilla y decidieron acercarse para conocer el invento de los franceses Lumiere. Un campesino les acercó en su carro, pues los Navarro y Gorrinchi no disponían de vehículo y se desplazaban de pueblo en pueblo en trenes o autobuses, y si no existían esos servicios para llegar a un pueblo, les llevaba algún campesino en su carro.
Aquella primera sesión del cinematógrafo en Calzadilla del Arroyo fue del agrado de todos, hubo carcajadas a tutiplén a lo largo de las aventuras de "Carlitos", que así se llamaba Charlot en aquella España. El proyeccionista y la pianista, que eran matrimonio, se ganaron unos cuantos duros, aunque no tantos como ellos hubiesen querido, pues los calzadillanos eran pobres.
Augusto Navarro y Filomeno Gorrinchi encaminaron sus pasos hacia la posada. Dormirían allí a la espera de sus compañeros, los cuales arribarían al día siguiente a Calzadilla.
- Está gracioso el Carlitos ese, pero el cinematógrafo se me antoja un espectáculo excesivamente estrambótico. - comentó Augusto mientras caminaban por una empedrada calle del pueblo.
- Eso suponiendo que podamos llamarlo "espectáculo", - subrayó Filomeno - es como un juguete, como una de esas novedades que presentan a menudo los feriantes. Aunque estas aventuras estén interpretadas por cómicos, no hay duda de que jamás llegarán a transmitir las emociones que transmitimos en el teatro.
- Cierto, muy cierto, - apostilló Augusto - faltan las voces, los sonidos, la frescura de la presencia en vivo de los actores, la naturalidad, el colorido...
- Jamás el cinematógrafo logrará imponerse, pronto la gente se olvidará de esas payasadas enlatadas.
- E inventarán otra cosa más tonta.
- Sí, la cosa es inventar, ja, ja, ja, ja...!
- Ja, ja, ja, ja...!, y Carlitos tendrá que buscarse otro trabajo, ja, ja, ja, ja!
Y los dos histriones llegaron a la posada, convencidos de sus asertos, pensando que al día siguiente sacarían más duros en Calzadilla que los peliculeros. Además, ellos rifaban una botella de coñac y una muñeca.
Qué lejisimos estaban de imaginar que, 120 años después, un comediante aficionado a escribir les iba a ridiculizar ( cariñosamente, eso sí ) con este escrito que ya estoy concluyendo, y que "Carlitos" moriría multimillonario después de haberse convertido en uno de los personajes principales del siglo XX.
                                                          THE END

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