domingo, 5 de abril de 2015
Despedida en la pradera
En cuanto lo vio a lo lejos, picó espuelas al caballo y se acercó al galope. Billy no tenía miedo a los muertos y mucho menos a aquel. No hacía ni una hora que los hombres del pueblo habían aplicado su justicia y todavía no se habían afanado en el cadáver los insectos y las aves carroñeras.
El muchacho detuvo la cabalgada al pie del ahorcado y lo miró. Lo miró un largo rato con odio, con mucho odio, porque, aunque ya estaba muerto, le seguía odiando. Y le odiaría durante el resto de la eternidad. Le miró con tanto odio como asco.
Dio una orden al caballo para que no se moviese y se puso de pie sobre la silla. Ahora su cara y la del muerto estaban casi juntas. Sólo uno de los dos no le miraba al otro.
Reginaldo Jackson fue el terror de Arizona durante más de veinte añós, ladrón de ganado y terror de los granjeros y de los colonos que cruzaban las grandes praderas en busca de las tierras de promisión. Reginaldo fue el más maldito criminal del nuevo mundo, una mala bestia que no dudaba en rajar con su cuchillo a mujeres y a bebés. Y todo este terror había terminado hacía menos de una hora.
Billy le escupió a la cara, se abrió de piernas y cayó de culo sobre la silla de montar; picó espuelas a partió al galope hacia el pueblo. Ya le había visto, ya estaba muerto y escupido.
Reginaldo Jackson también había sido el canalla que les golpeó a su madre y a él antes de abandonarlos.
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Era su padre? así lo he pensado yo.
ResponderEliminarExacto, su odiado padre!
ResponderEliminarEnriqueta, muchísimas gracias por leerme.
Muchisimas gracias a ti,de naica.
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