jueves, 16 de abril de 2015
Santo varón en apuros.
"Me encuentro desorientado. Oh, cielos, estoy perdido!..."
Se postró ante el enorme crucifijo que presidia la estancia, el espacioso salon comedor, y esta vez habló en voz alta, rezó, rezó, rezó... aunque no fuese una oración convencional:
- Jesús mio, me he perdido...! Tú que eres infinitamente bondadoso y lo sabes todo..., Tú que amas a tus siervos ejemplares..., podrías indicarme el camino a... Oh, gracias Señor!, acabo de tener una revelación, sin duda me has respondido antes de que terminase la súplica. Sí, sí, es por allí!, es por allí!...
Y, sorteando mesas, sillas, revisteros, reclinatorios, paragüeros, pilas bautismales, biombos chinos, sofás... logró abrirse paso hasta llegar al más cercano de los cuatro cuartos de baño del colosal apartamento de 370 metros cuadrados. Se sentó en la taza del váter y dio vía libre a la impulsiva diarrea que amenazaba con abrirse paso a toda costa. Poco faltó para que las líquidas excrecencias le bajasen por las piernas.
Aquella tarde libraba una de las dos piadosas monjitas que le auxiliaban, y la otra se había puesto enferma. Mientras se aliviaba, Monseñor Rouco Varela escuchó compungido la cacerolada con griterío que unos malos cristianos, ahora llamados escrachistas, apostados frente a su apartamento, le dedicaban sin ringún respeto a su muy digna dignidad eclesiática.
- Perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen! ( Malditos herejes de mierda! )
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Jezucrito, le diria, corre corre¡¡¡¡¡ que te caga la patilla abajo¡
ResponderEliminarJajajajajaja!... Buen día, Doña Enri!
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