sábado, 9 de enero de 2016

¡Reina mía, te quiero!





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Cristina de Borbón observó algunas partes de su anatomía mientras se duchaba. Aún no sentía vergüenza de su cuerpo. Sus "y tantos años" y el haber dado a luz a cuatro criaturas no le habían afectado demasiado. Aún se sentía una mujer apetecible y a fe que lo era para su marido, que no se cansó nunca de piropearla en la intimidad. Pero Iñaki Urdangarín seguía en la cárcel, esa era su gran pena.
"No, nada de eso, ahora tengo poder para arreglarlo"
Volvió a mirar su cuerpo. Dirigió el chorro de la ducha manual a su pubis rubio y frondoso, librándole de restos de jabón.
"Sí, aún estoy buena"
No en vano había practicado deporte toda su vida, incluso después de dar a luz a cada uno de sus hijos. Todos los componentes de la familia real eran buenos deportistas y ese mismo amor al deporte trataban de inculcar a la nueva generación.
Salió del baño y comenzó a arreglarse para estar más hermosa que nunca. El gran día había llegado. Pronto llamarían a la puerta. Aquella confortable habitación, habilitada especialmente para ella en la cárcel de mujeres de Alcalá Meco, incomunicada con las celdas del resto de las reclusas, dejaría de ser su mundo esa misma mañana, el mundo en el que vivía desde que fuese condenada, al igual que su esposo, en 2.016. A Urdangarín aún le quedaban años de condena y a ella solo meses, pero su puesta en libertad se había adelantado por una serie de circunstancias muy trágicas y la mayor crísis política, acompañada de grandes disturbios, que había sufrido el país en toda su historia.
Llamaron a la puerta.
- ¡Adelante!
Respondió Cristina de Borbón.
Una dama madura, vestida para la ocasión con un elegante traje sastre, dio paso a dos caballeros sonrientes, el uno general del ejercito y el otro político conservador. La dama era la directora de la prisión. 
- Señora, ha llegado el momento, el coche espera.
Dijo el general mirando directamente a los ojos de Doña Cristina de Borbón y sosteniendo su mirada hasta el punto de poner nerviosa a la Infanta, a la mujer a la que solo le faltaban unas horas para convertirse en la reina de España. Pero el poderoso era el general y no quería desaprovechar la más mínima ocasión para marcar su terreno.
La comitiva dejó atrás la prisión circulando por la carretera que conducía a Torrejón de Ardoz, y a partir de ahí enfilo por la autovia N II en dirección a la capital del reino. Doña Cristina observó el paisaje por la ventana del coche como podría observarlo una niña. ¡Echaba tanto de menos viajar en coche y contemplar los otros coches, los edificios, los puentes, las montañas...! En su habitación disponía de un televisor, pero no es lo mismo. Sonó la alarma en el teléfono móvil que le acababan de entregar. ¡Era él!, ¡su marido!
- ¡Reina mia, te quiero!, ¡cuánto daría por estar en tu coronación!
- Estaremos juntos muy pronto, cariño.
Respondió Doña Cristina.


En los meses anteriores.

España sufría la crisis más infernal de toda su historia. Medio país estaba en contra del ascenso al trono de Cristina de Borbón, y el otro medio se oponía radicalmente a la tercera república. Hubo centenares de manifestaciones violentas y murieron centenares de paisanos y policías. El ex rey Juan Carlos falleció de un infarto y su funeral fue boicoteado por los republicanos más extremistas, los cuales llegaron a arrebatarle el ataud a quienes lo portaban, extraer el cuerpo y arrojarlo al río Manzanares, lo que aparejó una carga policial tan dura que murieron dieciocho republicanos y se ocasionaron un número ingente de destrozos.
Con la muerte del viejo ex monarca se cerraba un importante capítulo de la historia, el protagonizado por un hombre que para unos era "el que puso Franco" y para otros "el democratizador del país" Finalmente, un golpe de estado militar, ¡otro más!, trajo la paz al país, la paz engañosa, y con ella la reinstauración monárquica en la persona de Doña Cristina de Borbón.


Un año antes.

Los cuatro miembros de Alqaeda lograrían pasar desapercibidos, primero en Madrid y luego en Alcalá de Henares. Una fría noche de Noviembre instalaron la rampa de lanzamiento del misil en un lugar conocido como Los Cerros, cerca del río Henares y de la barriada de Nueva Alcalá, en Alcalá de Henares. El misil fue programado para que impactase en el Palacio de la Zarzuela de Madrid, residencia de los Borbones, justo en el momento en el que se celebraba una fiesta familiar. Allí estaban los reyes y todos los herederos al trono de España, menos la Infanta Cristina, la cual cumplía su condena en Alcalá Meco. Tampoco se encontraba el viejo ex monarca, el cual pasaba unos días de relajo en Las Vegas.
¡¡¡¡BRRROOOMMMM...!!!!


¡Dios salve a la Reina!!

Cristina ya era reina, el sueño dorado de toda su vida, pero mandaba un general, como tantas otras veces en esta maldita o bendita España.

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