Edward Spencer y su esposa Greta estaban desolados. Aquella horrible noticia no deberían haberla recibido nunca.
Su Tedy, su pequeño Tedy, un niño rebosante de felicidad, el que tanto les había alegrado sus vidas, el que luego se convirtió en un muchacho serio y estudioso, acababa de fallecer víctima de una sobredosis de cocaína. El rector de la Universidad de Charlotte, donde Tedy cursaba sus estudios de empresariales, les acababa de comunicar la fatalidad en una llamada telefónica.
Edward y Greta habían educado a su único hijo en los valores del Cristianismo y la vida sana, el deporte, la música, los libros... y por encima de todo las buenas compañías.
"Aléjate, hijo mio, de todo lo pernicioso, apuesta por una vida saludable junto a personas que te puedan aportar cosas buenas"
Edward y Greta estaban tocados, él empalideció, daba la impresión de que había envejecido diez años en un segundo, y ella no dejaba de llorar.
Los funerales por el alma de Edward Spencer Junior congregaron a una multitud de personas en la catedral de Baltimore, entre ellas los principales capos de la Costa Este, no en vano el Don, el jefe de todos ellos, era el ahora desolado Edward Spencer Senior.
Una pena, tan perfecto todo, y muere por las drogas.
ResponderEliminarSuele suceder. Es lo que pasa cuando el "Haz lo que digo, pero no lo que hago...".
ResponderEliminarNingún maldito está libre de que sus hijos caigan bajo lo que trafican y con lo que se enriquecen, porque la maldad no los libra del mal que ellos mismos propagan.
Muy bueno, excelente.
(Abajo tiene un comentario mío)
Perfecta era la vida del muchacho, más no la del padre, Enriqueta. El título del relato es irónico: "Tedy no debería haber muerto" En realidad no debería morir nadie por las drogas.
ResponderEliminarExacto, ha dado usted en la diana, Teresa, el muchacho estaba bien educado pero también era lo suficientemente listo para saber a qué se dedicaba su padre y, claro, ahí viene lo de "si lo consumen tantas personas, porqué no yo?"
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