sábado, 14 de febrero de 2015

Fue cosa de un ángel.







Resultado de imagen de niños años sesenta









Ricardín jugaba al fútbol con los demás chicos del pueblo en la campa que daba a la carretera, cien metros antes de llegar al cruce y casi al lado de la ermita de Santa Ana. Como era el más pequeño, le habían puesto de portero. En la otra portería estaba "Godito", que en realidad se llamaba Godofredo. Ricardín era portero por pequeño y Godito por gordo. En los partidos de fútbol de las chavalerías de pueblo, los porteros son menos importantes que en el fútbol profesional. Y las porterías eran piedras gordas o estacas clavadas en la tierra. La falta de porterías de verdad provocaba muchas discusiones, que si ha sido gol, que no lo ha sido, que vuestro portero ni se ha enterado, que si ha sido poste, qué va a ser poste, anda ya!.. La verdad es que ni Ricardín ni Godito estaban para muchos trotes, es decir: estiradas en vertical o en horizontal. Ricardín tenía ocho años y Godito un montón de kilos, "un montón" porque nunca quiso decir cuánto pesaba, y algunos le llamaban "toneladita"
Y tras este mini prólogo, comienza la historieta con un gol que le marcan a Ricardín. El niño sale corriendo detrás de la pelota, unos cincuenta metros, y se lleva una gran decepción porque la pelota ha entrado en el zarzal, el famoso zarzal. Uy, cualquiera se mete en él, sus piernillas de alambre, que le salen del pantalón corto, terminarían muy lastimadas. Los demás chavales se han dado cuenta de dónde ha ido a parar la pelota, pero ya se sabe que los niños pueden llegar a ser muy crueles.
- Venga, pánfilo, no te quedes mirando!
- Que es para hoy, atontao!
Ricardín va a volver la cara para decirles: "Venir vosotros, listos!", cuando repara en un hombre que le está mirando muy seriamente. El hombre se ha situado a solo unos metros del niño y le observa de forma extraña., muy fija la mirada. A Ricardín le recuerda un poco a su padre y a su abuelo, pero no es exactamente como su padre o su abuelo. Ricardín ya tiene la disculpa perfecta para no entrar en el zarzal: hay un hombre que le asusta; además, sus compañeros de juego le van a entender, pues ya se han percatado de la extraña visita. "Este no es del pueblo", "Quién es el menda?", "Yo le he visto bajarse de aquel camion"... Godito está feliz porque ha podido sentarse, aunque sea sobre la hierba. Jualinín coge una estaca muy gorda y se dirige al zarzal. Qué va a hacer?... Julianín no está muy bien de la cabeza, así que puede hacer cualquier cosa.
- Espera un momento, yo te ayudaré. - le dice el hombre extraño a Ricardín.



Ricardo Vallegón es por fin un hombre dichoso, lo es en estos momentos de su vida, no lo ha sido antes porque ha tenido que trabajar muy duramente, siempre en condiciones de asalariado, conduciendo camiones, taxis, furgonetas..., pero ahora cuenta con su propia empresa: tres camiones que conducen él y su hermano Andrés, además de un conductor contratado, Fermín: "Transportes Hermanos Vallegón", y no les va muy mal, algo digno de agradecer en esta época de crisis.
A partir de la siguiente curva, Ricardo va a empezar a vivir una experiencia extraordinaria. Tras superar la curva, el paisaje se le hace familiar. Recuerda esas lomas y el castillo que se ve encaramado en un cerro. Dos kilómetros más adelante, un cartel indicador le refresca totalmente la memoria: "LA PUEBLA DE SANTA ANA"
"Caray, fue mi pueblo durante tres años!"
Efectivamente, desde sus cinco a sus ocho años, Ricardo Vallegón vivió en La Puebla de Santa Ana, una parte de su infancia trotamundos, pues su padre era guardia civil y continuamente le cambiaban de destino. Y entonces recuerda el sueño, aquel sueño tan especial, pues pareció realidad en lugar de sueño, una experiencia que le impresionó muchísimo y que, sin embargo, olvidó a los pocos dias. Y ahora el sueño vuelve a su mente con todas las palabras pronunciadas por aquel "ser de luz", una figura que irradiaba una luminosidad increible, no terrena: "Volverás al lugar de tu infancia y te ayudarás a ti mismo. Llegado el momento vas a recordar este sueño y obrar en consecuencia, pero nunca sabrás el motivo de tu acción porque a los mortales se os niega el conocimiento de lo sobrenatural hasta que abandonais esta vida"
Aparcó al lado de la campa, en una zona de tierra aplastada que servía para que los tractoristas aparcasen sus tractores y se acercasen al "Bar El Chopo" Se fue aproximando al zarzal al tiempo de ver la pelota que se perdía entre las zarzas. Tras ella corría Ricardín. El hombre miró al niño y el niño miró al hombre. Una situación inexplicable no vivida por la mayoría de los seres humanos.
- Espera un momento, yo te ayudaré.
El hombre entró en la cabina del camion y salió con una manopla de esas de jardinero. Se introdujo en el zarzal y recuperó la pelota. Se la lanzó con una mano al niño, el cual la recogió con las dos manos. El niño le miró un par de segundos más y luego dijo "gracias" y se fue.

El hombre no se lo ha contado a nadie porque nadie le creería, y le tomarían por loco. Ha pensado que a lo mejor una noche, si se encuentra algo animadillo por el coñac, llama a un programa de esos de radio en donde sí se lo creen todo, o hacen que se lo creen para no defraudar a la audiencia. Lo que nunca sabrá es que todo fue cosa de un ángel, su ángel de la guarda, o mejor dicho: el ángel de la guarda de Ricardín.


"Amanxgel" vio al niño conflictivo Julianín acercarse con una estaca. Su intención era asustar a Ricardín para obligarle a meterse en el zarzal, pero Ricardín se puso muy bravo y le llamó "loco", y eso era lo que más le indignaba a Julianín, al cual le dio un arrebato y descargó con furia la estaca sobre la cabeza del pequeño, y con tal mala fortuna que lo mató.
Amanxgel vio muerto a Ricardín y no quiso verlo.
"No, no quiero verle muerto!... No quiero que muera el niño al que yo protejo!"
Entre todos los ángeles eran muy conocidas las genialidades de Amanxgel, y este volvió a sorprenderles con una pirueta en el tiempo, consiguiendo que el propio niño se salvase a sí mismo, pero con una gran diferencia en la longitud del orden temporal de la Humanidad: 37 años, de los ocho de Ricardín a los cuarenta y cinco de Ricardo.
Dios le dejó hacer, pero luego le llamó al orden.
- Hijo mio, que esto no es un circo - dijo el Creador del Universo - espero que tus siguientes intervenciones sean más sencillitas. De acuerdo?
- Sí, Dios mio.


( El próximo martes otra trepidante zurbahistorieta: "Demasiado a la vista" Siete mujeres están aterrorizadas por lo que acaban de ver en la calle )

8 comentarios:

  1. Muy bonita, pero el camionero era Ricardin??

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  2. Pienso que a lo mejor ocurre en la vida misma, pero si Ricardo estaba vivo, y tenia su propio trabajo, y murió de pequeno. como que estaba vivo. vaya no me funciona la letra n con sombrero, holaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa¡¡¡¡¡¡¡¡

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  3. No murió de pequeño, de dónde se ha sacado usted eso?, jeje!
    Vaya por Dios, así que a usted también le falta la eñe a veces, cachis la mar!

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  4. Oh¡¡ pues yo pensaba que si murió, entoces recordo lo que le paso de pequeno.

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  5. El niño "murió" sólo en la mente del ángel. Vio un futuro muy próximo al presente, unos segundos nada más. El hombre lo recordó cuando se acercaba al pueblo con el camión, pues ese era el plan del ángel. Lo entiende ya?

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  6. Siiiiiii ahora, no murió pero podía a ver muerto, lo salvo el ángel, al ver el futuro de Ricardo, no?

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  7. Exacto, vio lo que le iba a pasar, vio que el otro niño le iba a abrir la cabeza con la estaca.

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