Esta historia no iba a tener segunda parte, pero la tiene y por razones obvias.
A la mañana siguiente el gilipollas fue al banco a que le cancelasen la tarjeta y le facilitasen una nueva. La gestión no tuvo otro pormenor que el de obligarle a hacer cola durante un largo rato. Después había quedado con su hija para que le sirviese de intérprete en la comisaría en el momento de formular la denuncia. Como disponía de tiempo, se pasó antes por casa, y entonces se llevó la segunda desagradable sorpresa. El o los ladrones habían vuelto a entrar y el apartamento estaba patas arriba. No me extenderé en los detalles, basta decir que esta vez se llevaron varios frascos grandes conteniendo monedas de uno, dos y cinco peniques, lo que dan de cambio en las tiendas ( posiblemente unas treinta o cuarenta libras ) y lo peor: unos prismáticos que le habían costado 30 libras en una tienda de segunda mano, pero unos prismáticos que tenía en gran estima.
Pero, cómo es que habían entrado otra vez si había dejado la puerta debídamente cerrada?... Enseguida cayó en la cuenta de algo en lo que no había caído el día anterior: en la mochila viajaban también las dos llaves de repuesto de las dos cerraduras. Genial!... Si ya empezaba a levantar la moral, esto se la bajó otra vez.
En la comisaría ( Pendleton Police Station ) tomó nota de los detalles del robo una agente cincuentona muy carnosa y de buen carácter. Al terminar les dijo que una patrulla se presentaría en casa enseguida, que no se ausentasen hasta que llegase. Esto fue sobre las 12 del mediodía. Su hija se fue a casa aburrida de esperar. La patrulla se presentó a las 6'10 de la tarde, cuando el gilipollas ya estaba deprimido a tope. Eran dos policías jóvenes y con buen humor, menos mal. Unos momentos después llegaba su hija, tras superar un atasco, la cual, como ya estaba al corriente de todo, se encargó de hablar con los agentes, mientras el gilipollas entretenía a sus nietos en el coche de su hija, ya que a estos no había podido dejarlos al cuidado de otra persona. Muy realista todo, verdad?
Una hora después, a las 7, se despedían los hombres del orden manchesteriano. En una hora debía llegar el cerrajero para cambiar las cerraduras. Gratuito, por supuesto, un ahorro muy importante para el afectado ( el gilipollas )
El cerrajero llegó a las 8'20. Era un cuarentón rubio de constitución fuerte. ( No viene a cuento, pero así hago volar la imaginación de mis lectoras más imaginativas ) A las 8'30 ya estaban instaladas las cerraduras y obraban en su poder sus respectivos juegos de llaves.
Llamaron de comisaria para explicar que no cogían huellas por no ser de mucho valor lo robado.
El resto de la historia ya se la imaginan, todos los inconvenientes que esto genera en los siguientes dias, los diversos trámites que hay que hacer para ir haciéndose de nuevas tarjetas, etc. Y eso sin poder recuperar las cosas que tenía en mayor estima. Y todo por GILIPOLLAS!!... por dejarse la puerta abierta al bajar la basura.
Pero hombre, ¿a quién se le ocurre cargar con las llaves de repuesto? Y obviamente, tampoco hay que dejarlas en casa. Normalmente las guarda un familiar o amigo de confianza, precisamente, por si pasa algo.
ResponderEliminarYo no tengo más que un juego, pero mis hijos tienen los otros dos.
Ah, y las llaves de casa de mi hija están ahí colgadas, pero sin identificación alguna. Lo digo porque hay bobos que les cuelgan la dirección, como hace unos años los inquilinos de la finca de mi tío, cuando había portera y le dieron un juego de llaves con el cartelito de "Principal 1ª. 2º 3ª"... Anda que entra un caco en la portería y lo tiene en bandeja porque la portera no se hubiera fijado si faltaba alguna llave.
En fin, muy lamentable y penoso.
Oiga, Bimba chochea. Cuando me vió en el nuevo piso no me reconoció. Ellos dormían y yo estaba en la cocina, trasteando en el frigorífico. Al volverme la vi en el pasillo (es bastante largo hay cuatro puertas en un lado, otra en el de enfrente y dos en los extremos) La llamé como siempre, tendiéndole las manos, pero no vino a saludarme como es habitual, me miraba fijamente. Insistí con paciencia y finalmente empezó a andar. Pero se detenía a cada momento, desconfiada.
Tardó un huevo en llegar a mí y mi espalda ya se estaba quejando a grito pelado. Por fin se atrevió a olisquearme las manos aunque recelosa, y entonces sí, supo que era yo. Alzheimer galopante oiga.
Son cosas que pasan, ya sabe que tiene que hacer, TENER MUCHO CUIDADO.
ResponderEliminarVaya, la pobre Bimba con problemas de memoria, a todos nos llega la decadencia.
ResponderEliminarTiene usted razón, he tenido unos fallos de idiota, espero al menos que me sirva para espabilar, aunque también lo dudo.
Intentaré tener cuidado. Gracias, Enri!
ResponderEliminarDe nada, Iñaki¡¡
ResponderEliminar