viernes, 4 de abril de 2014
Dos zurbahistorietas al precio de una.
No era un pedo
- Quién ha sido?!... Quién se ha tirado un pedo?!... Nadie?!
El viejo "maestro nacional" barrió con la mirada el aula en donde una treintena de atemorizados chiquillos se preguntaban dos cosas: "Quién habrá sido?" y "Qué va a pasar ahora?"
- Vaya, vaya, vaya!... Y yo me tengo que creer que no ha sido nadie, eh? Aquí huele que apesta y nadie es el culpable.
Los criajos ya se esperaban lo peor, mientras sostenían temerosos o rehuían las miradas de seis ojos acusadores: los del viejo maestro, los de Franco y los de José Antonio Primo de Rivera. También había un Cristo adosado a la pared, pero la de este era una mirada transida por el dolor, le habían hecho una escabechina, y, sin embargo, en su rostro sólo se adivinaba la celebérrima pregunta: "Padre, por qué me has abandonado?!"
Los pequeñuelos ya se esperaban azotes con la vara de avellano o tortazos de esos que les hacían caer al suelo. El temperamental maestro era capaz de dar treinta tortazos sin que se resintiese su venosa y famélica mano.
Y entonces habló Agripino, el pitagorín de la clase.
- Señor maestro, yo creo que el olor viene de la "caja negra"
Don Virgoliano dirigió la mirada hacia lo que llamaban la "caja negra", un armatoste muy viejo y muy feo de la altura de un hombre bajito, que podría ser un armario canijo, una carbonera o cualquier cosa, en donde la señora de la limpieza, Doña Leocadia del Santo Rosario, guardaba libros y trastos viejos de los que no se sabía si iban a ser utilizados más veces o no. La "caja negra" estaba situada en un rincón de aquel enorme espacio que en tiempos de la República fue un gimnasio.
Don Virgoliano abrió la "caja negra" y un cuerpo humano se precipitó al exterior.
- OOOOOHHHHH...!!, exclamó el coro infantil.
Don Virgoliano no abrió la boca, pero estaba tan asustado como los niños... o más. Un cadáver!... Dios, un cadáver en clase!
La mayoría de los escolares no habían visto un cadáver de persona en su vida, la mayoría menos uno, Gumersindín, que pudo contemplar el semblante lacio de su abuelo Práxedes en una caja de pino. Pero lo de ahora era de película de miedo, como cuando estás viendo una peli y surge inesperadamente el zombi por donde menos te lo esperas.
Qué había ocurrido?
El fin de semana anterior, dos vagabundos entraron en la escuela para dormir. Una pareja de la Guardia Civil oyó ruídos y golpeó la puerta. "Abran a la Guardia Civil!" Uno de los vagabundos, que era joven y fuerte, huyó por la ventana. Pero el otro, que era viejo y torpe, decidió esconderse en aquel cajón feo que parecía un armario. "Los guardias pensarán que también me he fugado", se dijo con buena lógica. Y así fue. Pero la vida da sorpresas y a veces mortales. Nada más entrar en la "caja negra" sufrió un infarto.
Una narizota entre dos vidas.
Aquel anciano llamaba la atención de los viandantes. Vestía discretamente, pantalón negro de pana y un cardigan azul marino. Su cabello era corto y canoso. No se diferenciaba del resto de los ancianos "señoriales" que pasean por la ciudad, ajenos al bullicio, ensimismados en sus nostalgias. Pero había algo especial en él, algo postizo: una bola roja de gomaespuma ocupaba el centro de su rostro, justo en el lugar de su nariz, una escandalosa narizota de payaso.
Las madres que iban con niños le sonreían. Algunos jovenzuelos de pocas luces le insultaron.
- Tío, estás zumbado, ja, ja, ja!
- Majareta!, tontolaba!
El respondía a los improperios con una amplia sonrisa, como si fuesen saludos amables.
Un coche se subió a la acera y frenó junto al anciano. Una mujer descendió del coche y fue hacia él. Le quitó la narizota y se la guardó en el bolso. Le habló en un tono dulce pero persuasivo.
- Sube al coche, papá, nos vamos a casa.
- Quién es usted, señora?
- Vamos, papá, no des más escándalo. Soy Pili, tu hija. Venga, vámonos!
- Ah, eres Pili!... Ya te has comido el postre, Pili?... Sabes que mamá se enfada si no te comes el postre?
- Vamos, papá!
Al final lo consiguió, el anciano entró en el vehículo.
Aunque muchos lectores lo ignoren, escenas como esta son habituales en el mundo.
Una narizota roja fue el nexo aquella mañana entre una vida dedicada a hacer felices a los demás, ejerciendo la profesión más hermosa del mundo, la de payaso, y otra vida que estaba empezando, la del pozo oscuro del Alzheimer, que se prolongaría durante unos cuantos años.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Le he comentado en todos los de abajo y ahora me voy al correo.
ResponderEliminarHe recibido sus dos correos, pero no respondido de momento. Sí he respondido abajo (y leído el resto)
EliminarOiga, hoy es viernes, ¿cómo es que ha publicado las zurbahistorietas como si fuera sábado?
Vaya con la Guardia Civil, hoy día la poli no se preocupa en absoluto de vigilar los colegios. En una ocasión, fuera del horario escolar, una colaboradora mía entró en el edificio (la oficina estaba aparte, en un anexo), iba al servicio, pero no me lo dijo, simplemente abrió, sin pensar en que la alarma estaba conectada. Vino corriendo a avisarme (no sé si le dio tiempo a mear o se lo hizo encima del susto, je je je...) La desconecté y me dispuse a esperar a la poli. ¡Ja! tardaron casi tres cuartos de hora.
Tengo más anécdotas poli-escolares, pero no terminaría nunca.
El alzheimer es muy triste, lo conozco bien por desgracia.
¡Buen finde!
Yo también lo he visto de cerca, en mi madre. Ya se lo comenté y usted también me comento. Es una enfermedad muy dura y terriblemente hereditaria.
EliminarPues se me habian pasado por la cabeza muchas "zurbahistorietas" y me daba no se qué esperar tres semanas a que fuesen saliendo. Prefiero publicar enseguida todo lo que se me ocurre, aunque luego llegue un viernes por la noche y no tenga nada pensado para el sabado. Hoy, por supuesto, ahi esta "la zurbahistorieta del sabado" y sin perder el ritmo del culebron.
Buena anécdota. Lo de las alarmas es de chiste y a los cacos se la suda porque saben que la poli esta acostumbrada a que canten miles de alarmas en la ciudad sin motivo alguno. Un amigo mio tenia el ventanal del bar lleno de pegatinas anunciando que el bar estaba dotado de alarma conectada con la policia, y era mentira, no tenia ninguna alarma. Pensaba que podia servir como efecto disuasorio para los chorizos de baja estofa.
Voy para abajo!
Je je je... Mi tío, el "artista", también ideó algo parecido a lo que me cuenta de su amigo. Tenía -en comunidad- un establecimiento que primero fue simple bodega, eso sí, de calidad. Luego hicieron un restaurante en el sótano. Pues arriba pusieron una falsa cámara, un aparatito que sólo parpadeaba con una luz roja, pero no grababa nada. La idea era que si entraba un atracador, señalarle la falsa cámara para disuadirlo. Aunque mi tío me confesó que no confiaba en ello: "Igual me pega un tiro y luego al cacharro ese, que la gente está muy loca".
EliminarVolviendo a mis anécdotas poli-escolares, en otra ocasión, el día de Nochebuena, pasé por allí y me horroricé: el patio (se veía desde la calle) estaba sembrado de material escolar. Siempre llevaba las llaves encima, con las de casa, pero no sabía si había alguien dentro, conque me dirigí al edificio del Consejo Deportivo que por entonces estaba justo al lado y pedí que llamaran a la policía. Un simple vistazo desde allí, viendo el patio sembrado de cartulinas, bloques de plastilina, lápices de colores de todo tipo… les convenció de la necesidad.
Luego entré en el acceso al complejo escolar y constaté con alivio que mi oficina seguía intacta, no habían forzado la puerta.
Era evidente que habían forzado una de las dos puertas que daban acceso al edificio escolar en sí, precisamente, la que hacía poco había quedado inutilizada para poner allí la oficina del conserje. Antes estaba en el ático, algo totalmente absurdo y fuera de lugar, conque le montaron un cuchitril abajo, en la entrada. Para ello se limitaron a poner estanterías en la puerta en desuso, pero sin preocuparse más de ello. Ambas puertas de entrada, cara a cara, eran de metal y paneles de vidrio esmerillado… Coincidió con el cambio del aparato de alarma, ya muy viejo. Yo no sé en qué piensa la gente, porque sólo conectaron la alarma a la puerta principal, ignorando la que estaba en el cubículo del conserje ¡y la del patio!
Al cubículo del conserje le pusieron una mampara de metal y vidrio y una puerta cerrada con llave. Me quejé a la dirección porque se negaron a darme la llave de esa puerta y allí estaba el armario de contadores eléctricos. Yo necesitaba la electricidad porque en mi oficina había adquirido un teléfono con fax, imprescindible para mí y sin electricidad no funcionaba. Como delegada de deportes, los sábados teníamos partidos y siempre necesitaba hacer llamadas (mis colaboradores, claro), además de actuaciones de mis majorettes del colegio incluso en domingo.
La bruja de la directora se mostró inflexible. Le fastidiaba mucho mi popularidad entre los alumnos y padres.
Pues señor, que mientras esperaba a la poli que habían llamado desde el Consejo Deportivo, me dediqué a observar desde fuera, asomando la cabeza. La oficina del conserje estaba hecha una pena. De ella habían trepado a la planta inmediatamente superior, algo perfectamente fácil, ya que esos burros creen que con poner una mampara a media altura y una puerta es suficiente.
(Sigo...)
Finalmente llegó un agente de la urbana. Un tío de mediana edad, grande y con mostacho. Me identifiqué en mi oficina y le expliqué lo que había, mostrándole el panorama.
EliminarNo parecía estar muy puesto en lo que tenía que hacer a continuación. Vio mi teléfono-fax y me preguntó si podía usarlo. Le dije que no, a menos que entrase en el cubículo del conserje y accionara las teclas de electricidad. Miró el acceso, abierto por los vándalos: las estanterías seguían allí, porque las puertas se abrían hacia fuera, pero todo cubierto de polvo de los extintores, los cuales habían vaciado alegremente por todo el centro. Se miró su uniforme y dijo “¡Uf!, no, que me voy a poner perdido”. Furiosa, me quité el abrigo y le dije que ya lo haría yo. Ante sus narices pasé entre los huecos de las estanterías, teniendo mucho cuidado de no poner los dedos en ninguna superficie, usando los puños para sujetarme (por las huellas, algo que posteriormente se constató completamente inútil) Entré, abrí el armario de electricidad y la conecté a todo el edificio.
Volví a salir por el mismo camino, pero le dije que iba a comprobar la alarma, que podía verme desde allí. Di la vuelta y entré en el colegio por la puerta principal. Efectivamente, la alarma estaba conectada, no había saltado. La desconecté para mostrárselo a través de la mampara del conserje (que no llega al techo) y a continuación volví a conectarla y salí.
El inútil telefoneó pidiendo instrucciones. Dijo que la directora del colegio tenía que personarse para poner una denuncia o no hay tutia…
Habida cuenta de que ese día era Nochebuena, hasta pasado Reyes no podría ver a la vieja loca. Y tal como me temí, al reanudarse las clases me dijo que no tenía importancia, que lo mejor era que “no se supiese” ¡Manda uebos!
Entre unos y otros, así vamos, los vándalos campando a sus anchas porque "no vale la pena", según todos.
Y más, tengo muchas más anécdotas de este tipo y lo malo es que mis entonces compañeros y profesores opinaban igual: mirar a otra parte, no vaya a ser peor...
¡Cobardes!
Eres una maquina de crear historias
ResponderEliminarPolicias "ejemplares", chorizos espabilados y alarmas de chichinabo, tres buenas patas para un banco!... Eso si, el hombre de la ley se adornaba con un mostacho a la antigua para inspirar temor a los raterillos. Un guardia de historieta de Mortadelo y Filemon. Y usted tan audaz como siempre, sin duda causando la admiracion del pusilanime polizonte.
ResponderEliminarEn mi pueblo solia comentarse que cuando los guardias veian una pelea, desaparecian ipso facto. Aguardaban camuflados en algun portal, y cuando ya habia pasado todo, reaparecian gloriosos a los gritos de "Que pasa aqui?!, qué pasa aqui?!"
Cada gremio tiene sus "joyitas", je, je!
Estupenda narracion!