martes, 17 de diciembre de 2013
Navidades malditas ( 2 )
Carlitos y el sexo.
Carlos tenía ya 29 años pero le llamaban "Carlitos" porque su mente era la de un niño de 8 o 9 años. Carlos era lo que se dice hoy en día un "discapacitado mental", pero entonces era simplemente "el tonto del pueblo"
Estamos en 1.937 en un pueblecito llamado Cabañal del Río. Hace unos pocos días que se han alojado en las humildes viviendas y en otras casas del monte los voluntarios de un destacamento de las Brigadas Internacionales que luchan contra los moros y los legionarios del ejercito rebelde.
Thomas Campbell, un cocinero de Manchester, ha tenido una brillante idea y consigue llevarla a la práctica esa noche, 24 de Diciembre, Noche Buena. Consigue hacerse con un pyjama rojo y un raído gorro, algo parecido a una barretina. Completa el disfraz con una barba de fabricación casera elaborada con algodones y unida a su cara con esparadrapos. "I am Santa Claus, jo, jo, jo!", exclama mientras hace sonar un cencerro y les regala a los niños del pueblo caramelos, chocolatinas y chorizo, todo ello con el debido permiso del capitán de su compañía. Los niños se ríen de tal esperpento valleinclanesco, y es que no les suena de nada eso de "Santa Claus" y jamás han visto a un adulto hacienda el tonto de esta manera, pero no le tiran piedras como a Carlitos porque les regala dulces y ellos saben que "no deben morder la mano que les da de comer"
Pero Campbell también busca otra cosa, desea ansiosamente un mocito que sea receptivo a su requerimiento sexual. Y lo consigue. Sin que nadie se percate de la maniobra se lleva al niño- hombre Carlitos hasta el pinar que hay detrás de la iglesia de San Martín. Mientras Carlitos consume con deleite las chocolatinas, Campbell le besa fogosamente y le acaricia la entrepierna. Después le desabrocha los botones de la bragueta y consigue desanudar la cuerda que le sirve de cinturón. Enseguida el deseo se hace recíproco. A Carlitos le está gustando lo que le hace el simpatico soldado y este termina chupándole el miembro y provocándole una eyaculación.
La huída del pueblo de los brigadistas coincide con el avance imparable de las hordas franquistas. Cabañal del Río es tomado por los facciosos en un plisplás, pues sus escasos habitantes no tienen capacidad para resistir, pero esto no impide que corra la sangre en el pueblo, especialmente frente a la tapia del cementerio. Alcalde y concejales del ayuntamiento "rojo" son fusilados sin ningún miramiento, así como el maestro y varios vecinos denunciados por su afecto a la República.
Carlitos acude todas las tardes al pinar porque se siente bien recordando el único lugar en el que ha sido feliz, donde por primera vez alguien le ha regalado dulces, le ha besado y le ha provocado un gozo maravilloso, desconocido para él hasta ese momento.
Y esa tarde ocurre algo muy malo. Le ha seguido disimuladamente hasta el pinar el sacerdote castrense capitán Bernárdez. Carlitos se está hacienda una paja, pensando en el sabor de la chocolatina y en la lengua del hombre del pijama rojo chupándole el sexo, cuando de pronto una mancha negra se abre paso entre los arbustos y avanza hacia él gritando rabiosamente:
- Pecador!... Lujurioso!... Marrano!... Al Infierno vas a ir de cabeza, bicho inmundo!
Y dicho esto descargó un fortisimo puñetazo contra la boca del pecador, haciéndole saltar varios dientes.
Avanzaban el Fascismo y la Iglesia, unidos por la Gracia de Dios, banderas al viento, "reconquistando" una tierra que habría de ser la "reserva espiritual de Occidente" durante cuarenta años.
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