viernes, 22 de enero de 2016

¡¡Muchísimas Felicidades en el Día de tu CUMPLE, Super Enriquetilla!!

¡¡ Oh, cómo quiero yo a mi tecnóloga, croquetera, rupertinesca, lentejera, alpujarreña y sanduguera!!

¡¡ FELICIDADEEEEEEEEESSSSSS!!

¡¡ Que tengas un ESTUPENDÍSIMO DIA, Bicheja !!

¡¡ Besazos a montones !!

jueves, 14 de enero de 2016

lunes, 11 de enero de 2016

El blog de los muertos leyentes.

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He buscado la palabra "leyente" en mi diccionario barato de bolsillo, pero no viene, solo viene "lector"; sin embargo, sí viene "oyente" y no viene "oídor" A lo mejor, si un día dispongo de dinero para comprarme un gran diccionario, y de espacio en donde colocarlo, me llevo la grata sorpresa de que vienen esas palabras e incluso otras muchas. Pagando todo se consigue. Pero no me importa, me ha gustado el vocablo y lo utilizo para el título de este post, exista o no exista.
¿Qué es un muerto leyente? Pues usted mismo que me está leyendo ahora y otros cuantos gilipollas. Hablo de docenas de gilipollas o de cientos de gilipollas. Para el tiempo que llevo escribiendo: de miles de gilipollas.
Existe en este blog un apartado llamado "estadística" en el que se me informa de los fantasmas que entran cada día a leerme, de los "muertos leyentes" Y no es que entren a millones porque no soy Ken Follet ni Paquirrín, ni un escritor glorioso ni un monstruito mediático. Pero sí entran por docenas. Llegué a pensar que esto de la estadística era un timo, que ponían las cifras que les daba la gana. Pero no, son cifras reales, lo he constatado cuando anuncio desde Twitter un determinado relato, entonces se duplica o triplica el número de visitantes, e incluso algún día han pasado del centenar. Pero no me dicen nada, son muertos leyentes, no se comunican. ¿Por qué?
Hubo un tiempo en que era de lo más normal la comunicación entre blogueros. Nuestras pequeñas veleidades literarias eran comentadas por otros. Se charlaba, de debatía, se criticaba, echábamos unas risas e incluso se reñía. La cosa estaba muy animada.
Pero surgieron Twitter y Facebook y entontecieron al personal, lo despersonalizaron, lo "adiestraron" a hacer clic en una pestañita en donde pone "me gusta" ¿Tanto cuesta escribir estas dos palabras: "me gusta"? La verdad es que solo son siete letras. Sí, por supuesto, también hay un espacio para comentarios, y lo suelen utilizar muchos analfabetos funcionales para poner signos admirativos o interrogativos en serie y pisotear brutalmente el diccionario. En tiempo de los blogs les hubiésemos llamado imbéciles directamente.
Nunca me he considerado un literato, pero con un poquito de talento, y a fuerza de practicar durante años, he llegado a un punto en el que consigo redactar relatos entretenidillos, unos mejores que otros, por supuesto, algunos una mierda. ¿Ninguno merece un comentario mínimo de los "voyeurs" que me visitan?
Suelen comentarme mi novia, una amiga y ocasionalmente un amigo, y muy de cuando en cuando se deja caer por aquí algún incordiador o alguien que me recuerda que me conoció en tal sitio. A lo mejor, si aparezco en la televisión basura aireando los trapos sucios de alguien o los mios, se me llena esto de comentarios mongoloides. Ah, pues no, la televisión basura no entra en mis planes, prefiero seguir con mis muertos leyentes. Bueno, la verdad es que no lo prefiero, pero no tengo más cojones que conformarme, adaptarme a estos nuevos tiempos de desculturación masiva y descarado ninguneo.

sábado, 9 de enero de 2016

¡Reina mía, te quiero!





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Cristina de Borbón observó algunas partes de su anatomía mientras se duchaba. Aún no sentía vergüenza de su cuerpo. Sus "y tantos años" y el haber dado a luz a cuatro criaturas no le habían afectado demasiado. Aún se sentía una mujer apetecible y a fe que lo era para su marido, que no se cansó nunca de piropearla en la intimidad. Pero Iñaki Urdangarín seguía en la cárcel, esa era su gran pena.
"No, nada de eso, ahora tengo poder para arreglarlo"
Volvió a mirar su cuerpo. Dirigió el chorro de la ducha manual a su pubis rubio y frondoso, librándole de restos de jabón.
"Sí, aún estoy buena"
No en vano había practicado deporte toda su vida, incluso después de dar a luz a cada uno de sus hijos. Todos los componentes de la familia real eran buenos deportistas y ese mismo amor al deporte trataban de inculcar a la nueva generación.
Salió del baño y comenzó a arreglarse para estar más hermosa que nunca. El gran día había llegado. Pronto llamarían a la puerta. Aquella confortable habitación, habilitada especialmente para ella en la cárcel de mujeres de Alcalá Meco, incomunicada con las celdas del resto de las reclusas, dejaría de ser su mundo esa misma mañana, el mundo en el que vivía desde que fuese condenada, al igual que su esposo, en 2.016. A Urdangarín aún le quedaban años de condena y a ella solo meses, pero su puesta en libertad se había adelantado por una serie de circunstancias muy trágicas y la mayor crísis política, acompañada de grandes disturbios, que había sufrido el país en toda su historia.
Llamaron a la puerta.
- ¡Adelante!
Respondió Cristina de Borbón.
Una dama madura, vestida para la ocasión con un elegante traje sastre, dio paso a dos caballeros sonrientes, el uno general del ejercito y el otro político conservador. La dama era la directora de la prisión. 
- Señora, ha llegado el momento, el coche espera.
Dijo el general mirando directamente a los ojos de Doña Cristina de Borbón y sosteniendo su mirada hasta el punto de poner nerviosa a la Infanta, a la mujer a la que solo le faltaban unas horas para convertirse en la reina de España. Pero el poderoso era el general y no quería desaprovechar la más mínima ocasión para marcar su terreno.
La comitiva dejó atrás la prisión circulando por la carretera que conducía a Torrejón de Ardoz, y a partir de ahí enfilo por la autovia N II en dirección a la capital del reino. Doña Cristina observó el paisaje por la ventana del coche como podría observarlo una niña. ¡Echaba tanto de menos viajar en coche y contemplar los otros coches, los edificios, los puentes, las montañas...! En su habitación disponía de un televisor, pero no es lo mismo. Sonó la alarma en el teléfono móvil que le acababan de entregar. ¡Era él!, ¡su marido!
- ¡Reina mia, te quiero!, ¡cuánto daría por estar en tu coronación!
- Estaremos juntos muy pronto, cariño.
Respondió Doña Cristina.


En los meses anteriores.

España sufría la crisis más infernal de toda su historia. Medio país estaba en contra del ascenso al trono de Cristina de Borbón, y el otro medio se oponía radicalmente a la tercera república. Hubo centenares de manifestaciones violentas y murieron centenares de paisanos y policías. El ex rey Juan Carlos falleció de un infarto y su funeral fue boicoteado por los republicanos más extremistas, los cuales llegaron a arrebatarle el ataud a quienes lo portaban, extraer el cuerpo y arrojarlo al río Manzanares, lo que aparejó una carga policial tan dura que murieron dieciocho republicanos y se ocasionaron un número ingente de destrozos.
Con la muerte del viejo ex monarca se cerraba un importante capítulo de la historia, el protagonizado por un hombre que para unos era "el que puso Franco" y para otros "el democratizador del país" Finalmente, un golpe de estado militar, ¡otro más!, trajo la paz al país, la paz engañosa, y con ella la reinstauración monárquica en la persona de Doña Cristina de Borbón.


Un año antes.

Los cuatro miembros de Alqaeda lograrían pasar desapercibidos, primero en Madrid y luego en Alcalá de Henares. Una fría noche de Noviembre instalaron la rampa de lanzamiento del misil en un lugar conocido como Los Cerros, cerca del río Henares y de la barriada de Nueva Alcalá, en Alcalá de Henares. El misil fue programado para que impactase en el Palacio de la Zarzuela de Madrid, residencia de los Borbones, justo en el momento en el que se celebraba una fiesta familiar. Allí estaban los reyes y todos los herederos al trono de España, menos la Infanta Cristina, la cual cumplía su condena en Alcalá Meco. Tampoco se encontraba el viejo ex monarca, el cual pasaba unos días de relajo en Las Vegas.
¡¡¡¡BRRROOOMMMM...!!!!


¡Dios salve a la Reina!!

Cristina ya era reina, el sueño dorado de toda su vida, pero mandaba un general, como tantas otras veces en esta maldita o bendita España.

viernes, 8 de enero de 2016

Adios a un filántropo




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Un relato con fondo humano e inhumano.

Mister John Burnley era un anciano de 77 años que subsistía gracias a su pequeña paga de jubilado, la cual le daba para comer y para su misión humanitaria de ayuda a los más desfavorecidos. Era dueño de su casita, por lo que se libraba de pagar un fastidioso alquiler, y no se gastaba un solo penique en ropa, de modo que lucía casi tan harapiento como la gente a la que ayudaba.
Pero aquel día no, aquel día Mister Burnley sacó del viejo armario su único y viejo traje, el que preservaba del deterioro con bolitas de alcanfor, para asistir a la boda de una sobrina nieta, Y completó su look con un sombrero verde de fieltro y una corbata de lunares rojos.
Un atracador navajero, al verle tan compuesto, pensó que era un hombre rico y se plantó ante él en actitud amenazante.
- Give me all your money, you bastard! ( ¡Dame todo tu dinero, bastardo! )
Estaban en una calleja estrecha, de las muchas que hay en el centro de Manchester, por donde apenas transita la gente, pero que a Mister Burnley le venía muy bien para atajar.
Mister Burnley quiso decirle al atracador que llevaba muy poco dinero y que era para los pobres. Alzó el brazo mostrando la palma de la mano en son de paz. Pero el navajero, que estaba muy nervioso, le clavó instantáneamente la navaja, con tan mala fortuna que le atravesó el corazón. El anciano cayó al suelo y el agresor rebuscó en sus bolsillos hasta dar con un pequeño monedero. Luego salió corriendo de la calleja y siguió a paso rápido por varias calles hasta sentirse seguro. Miró en el interior del monedero y se llevó la gran decepción.
- Shit!, just two pounds and fifty pence. ( ¡Mierda!, solo dos libras y cincuenta peniques. ) Eran cinco monedas de cincuenta peniques.
Mister Burnley, en el caso de no estar muerto, hubiese aprovechado la hora anterior a la ceremonia nupcial para acercarse a los diferentes puntos del centro de la city, en donde le aguardaban sus cinco mendigos de los jueves, para entregarles a cada uno de ellos su respectiva moneda de cincuenta peniques.
Entre cuarenta y cincuenta necesitados, contando los fijos y los que se aparecen de repente, se quedaban a partir de este momento sin la "asignación" semanal de Mister John Burnley, un hombre pobre que ayudaba a los pobres.

Este relato ha nacido de una idea muy simple, como todos. Esta mañana le he dado a un mendigo una moneda de 50 peniques, media libra, y me ha dado por pensar que este hombre quizá tenía un mal día y mi moneda le ha venido muy bien. Los que hemos "hecho la calle" como artistas callejeros sabemos de días muy malos en los que nos convertimos en invisibles para los que pasan a nuestro lado. He pensado que me podría haber muerto esa misma mañana - ya tengo edad para ello - y el buen hombre se habría quedado sin mis cincuenta peniques. Los escritores pensamos mucho, ¡je,je!

martes, 5 de enero de 2016

Jesús, salvado por Herodes.



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O la matanza de los magos de Oriente.

Para el concurso de relatos navideños de El Periódico del Prat.


Tres magos de Oriente, que no eran reyes como se ha empeñado en hacernos creer el catolicismo manipulador, sino tan solo magos maléficos al servicio de un emir diabólico, siguieron a la estrella del mal terrenal durante muchísimos largos días y frías noches, la cual les llevó hasta Belén, pues allí acababa de nacer - cuando ellos llegaron, se entiende - el Mesías que Yavé les prometió a los judios, su "pueblo elegido", y la misión de los magos era la de matarle nada más dar con él.
Pero el servicio de espionaje de Herodes, el SIH ( Servicio de Inteligencia Herodiana en su traducción al español, y no se pronuncia la h final ) descubrió las aviesas intenciones del emir Ahmed Japuto y sus tres sicarios recién llegados, y antes de que estos diesen con la morada de José, María y Jesús, fueron atacados y aniquilados, ellos y sus numerosos pajes, por una centuria mandada por el centurión Octavio Novenio Décimus Coscojuelus. La centuria, que era de 78 hombres, pues el resto se encontraba de baja, permaneció camuflada durante varios días en los alrededores del chamizo en donde había nacido el Mesías Prometido, todos ellos disfrazados de bucólicos pastorcillos belenitas. El centurión Coscojuelus ( para abreviar ) se pasó todo el tiempo tras unos arbustos, agachado en posición de evacuar, pues era un hombre muy propenso a las diarreas. ( La tradición belenística catalana lo representa como el "caganer", malentendiéndose que el tal caganer fuese un pastorcillo )
La noche en la que aparecieron los magos maléficos, los legionarios se lanzaron sobre ellos en un periquete, sobre ellos y sobre los pajes que se habían traído para que les hiciesen pajas y otras delicias sexuales. Habíanlos tanto pajes efebos como pajes señoritas. Todos murieron degollados o acuchillados en el corazón. De nada les sirvió a los magos maléficos su maléfica magia.
Fue esta una acción muy lógica de Herodes, pues las órdenes de Roma debían ser cumplidas tajantemente: nada de interferir en las tradiciones, liturgias, supersticiones, etc. del pueblo sometido. Bastantes problemas tenía él con los terroristas zelotes como para echarse más mierda encima. Hala, que naciese su Mesías Prometido y que a él le dejasen gobernar en paz, que con tal de no oír las quejas del Sanedrín se podía dar con un canto en los dientes. ¡Pues no eran bordes ni nada los sumos sacerdotes de los cojones!
José, María y el pequeñuelo fueron acogidos en la ley de protección de víctimas potenciales, por si al emir Joputo le daba por enviar más sicarios. Y esa es la razón por la cual no tenemos noticias de Jesús hasta llegado a su adolescencia, cuando aparece en el templo debatiendo con los doctores.
Pues ya lo saben ustedes, esta es la verdadera historia y no la que cuentan los evangelistas  ni la de J.J. Benitez ni la más reciente de Jesús Valdivieso.


viernes, 1 de enero de 2016

El ex guardia y el sospechoso.

Para el concurso de relatos navideños de El Periódico del Prat.


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Herminio Tarrés, teniente jubilado de la Guardia Civil, dirige actualmente a los hombres de la empresa de seguridad privada "Guardianes" En sus tiempos en la Benemérita se distinguió por su "olfato" en localizar pisos francos de la ETA y un "radar" especial  para escuchar conversaciones en las calles y en las herriko tabernas, merced a las cuales se orientaba sobre movimientos próximos de la kale borroka o la posibilidad de que se estuviese fraguando algún atentado. No siempre llegaba a tiempo al lugar de la matanza, pero sí pudo evitar muchos descalabros. Su fuerza de voluntad en el aprendizaje del euskera, un idioma muy difícil, le sirvió de mucho. Y esta experiencia es un grado, sin duda, para su actual trabajo de jefe de "seguratas"
A la empresa "Guardianes" le han encargado la protección de El Corte Inglés de la calle Preciados de Madrid. Estamos en las Navidades de 2.015, cuando el miedo aún flota en el ambiente tras la masacre de París, perpetrada por el llamado Estado Islámico. Masacre en París y en otros muchos lugares, pero el impacto de la tragedia parisina, por sus dimensiones y proximidad geográfica, ha sido mayor entre los europeos.
Tarrés controla a sus hombres uno a uno, cuidando de que cada cual esté en su puesto y pidiéndoles novedades cada poco tiempo. Se llega a Noche Vieja sin problemas y comienzan las ventas fuertes de los juguetes de Reyes. Ya estamos en los prolegómenos de 2.016. El Papa Noel aún no ha desplazado a los de Oriente en éxitos de ventas. En España, naturalmente, porque en los países anglosajones sigue siendo el amo.
Al teniente Tarrés le da mala espina el "paje real", ese personaje que recoge las cartas de los niños y se los sienta sobre sus rodillas para la foto. Aquí el negocio de los grandes almacenes es la foto, por supuesto. Consulta con Higinio Tudela, el hombre encargado del personal extra, las promociones y las firmas de libros por parte de los autores.
- ¿Ese tío está muy bien caracterizado o es árabe?
- Argelino. ¡Joder, Tarrés, no me digas que le consideras sospechoso! ¡jajajajajaja!
Tarrés no se ríe, no le hace ni pizca de gracia que toman a chufla su trabajo. ¡Nadie hubiese osado reírse de él en sus tiempos de "picoleto" con mando en el País Vasco!
- Es mi trabajo sospechar, Higinio, y actuar rapidamente si es preciso. He visto que ese hombre abandona su puesto demasiadas veces. Ayer se formó una cola muy larga de niños y padres esperándole. ¿Es que no le exiges que cumpla con su horario?
- Tiene derecho por ley a interrumpir su trabajo para rezar. Es musulmán argelino. Ya sabes, esta gente reza cinco veces al día mirando a la Meca.
- ¡Coño, haber contratado a un cristiano, que somos muchísimos los que no rezamos!
Tarrés se enteró en dónde estaba el cuartito en donde el argelino se disfrazaba de paje real y rezaba a su dios. Los dos días siguientes entró en el vestuario del musulmán y curioseó en sus efectos personales. No encontró nada que sirviese para aumentar sus sospechas. Pidió antecedentes a la Policía Nacional y a la Europol y le informaron de que Ahmed Said era residente legal en España y no estaba fichado. Más aún: habia estado colocado en trabajos normales. 
Le observaba a su llegada al trabajo y cuando se iba. Mandó a un hombre a que le siguiese. Nada de nada. Pero el día 5 de Enero, el día de la Noche de Reyes, Tarrés observó un cambio en la rutina del sospechoso. En lugar de su pequeño bolso azul, un bolso que colgaba "en bandolera", llegó al trabajo con una bolsa de deportes roja y grande. ¡Noche de Reyes! Ese día la afluencia de consumistas iba a ser mucho mayor. La fecha ideal para atentar, y en la bolsa de deportes roja viajaba, sin duda, la bomba destinada a acabar con la vida de un buen número de personas, indistintamente moros y cristianos, pues Madrid también está lleno de musulmanes pacíficos. "¡Blanco y en botella, leche!", se dijo el incombustible Tarrés. "¡Voy a darte caza, pajarraco!"
El ex benemerito sigue al sospechoso hasta el vestuario y aprovecha el momento en el que este posa la bolsa de deportes en el suelo para abrir la puerta con llave, propinándole un fortísimo empujón que le aleja de la bolsa.
Y ahora elijan ustedes el final que más les guste.


Final 1.

Cuando el argelino intenta reaccionar, el ex guardia le propina tres puñetazos contundentes, dejándole fuera de combate. No tardan en llegar los artificieros encargados de desactivar el explosivo. Un robot transporta con muchísimo cuidado la bolsa hasta el exterior, una vez que la gran tienda ya ha sido desalojada, y en la fría calle de Enero se opera en consecuencia. Docenas o centenares de personas han salvado la vida gracias al celo profesional del teniente Tarrés.


Final 2.

Los desactivadores se encuentran con que la bolsa contiene ropa usada. Ahmed ha traído esta ropa para donarla en Cáritas a la salida del trabajo. El teniente Herminio Tarrés ha hecho el ridículo por primera vez en su larga carrera profesional. Empieza a plantearse la posibilidad de decir adios a "Guardianes" y buscar satisfacción en la malcrianza de sus nietecillos. "¡Pues sí, ya va siendo hora, coño!", se dice a sí mismo el gran héroe anónimo de Euskadi.


Final 3.

Ahmed Said no es tonto, se ha percatado de que el secreta le sigue. Es imposible esquivarle porque la planta baja de la gran tienda está atiborrada de clientes. No obstante, se abre paso como puede entre el personal. Y, detrás de él, mosqueado porque el terrorista le ha olido, le sigue a corta distancia el teniente Tarrés. Una señora está a punto de chocar de frente contra el individuo de rostro congestionado que avanza a trompicones, portando una bolsa grande de deportes y provocando el enfado de las personas con las que tropieza. Es Doña Teresa Coscojuela, una mujer con incapacidad auditiva, pero muy observadora e inteligente. Doña Teresa lee en los labios del individuo algunas palabras incoherentes que le suenan a árabe, pero rematadas con una frase en castellano: "¡madero, hijo de puta!" De dos segundos le sobra uno para hacerse cargo de la situación: El moro es, sin duda, un ladrón que ha robado la bolsa de deportes roja. No se lo piensa, extrae de su escote el pequeño spray antivioladores que le regaló su buen amigo el agente de seguridad Jesús Valdivieso y lo aplica contra los ojos del ratero. Ahmed profiere un alarido de dolor. El ex benemérito no ve lo que sucede, pues se lo tapan otras personas, pero cuando estas se apartan descubre que el moro ha soltado la bolsa de deportes y se hace con ella.
No tardan en llegar los artificieros encargados de desactivar el explosivo. Se ha evitado una tragedia de proporciones mayúsculas.
Doña Teresa Coscojuela recibe una medalla "al valor humano y solidaridad con las fuerzas del orden público" La putada es que no va acompañada de una compensación económica.