martes, 30 de septiembre de 2014

Zurbahistorietas presenta...








Rupertino y Anacleta, una historia de amor.

Rupertino y Anacleta estaban enamoradísimos, se querían más que Romeo y Julieta, Elizabeth Taylor y Richard Burton o Gad Elmaleh y Carlota de Mónaco.
Su historia había empezado cuando eran pequeñitos, pero luego estuvieron distanciados muchos años porque él se fue a estudiar a los Estados Unidos y ella no encontró ningún hombre que la atrajese como Rupertino.
Pero cuando el mozo regresó, prendiose nuevamente en sus corazones la llama del amor, y esta vez con mayor intensidad. Descubrieron que se amaban con locura de amor de primera categoría.
Entre bromas solían comentar que maldita la idea que tuvieron sus padres en ponerles esos nombres tan anticuados. Por eso ella le llamaba a él "Tino" y él a ella "Ana"

Una tarde muy fría de Diciembre, Anacleta fue a ver a su vecina y amiga la bruja Maruja, que vivía en la misma planta que ella. Solían cotillear un día sí y otro no y Maruja le echaba las cartas a Anacleta. La parejita había tenido su primera relación sexual hacía muy pocos días, en la Noche Buena, y quiso preguntar a las cartas si la relación iba por buen camino.
- Las cartas dicen que sí, hija, pero mañana vas a tener un contratiempo.
- Anda!
- Tres personas se van a poner en contacto contigo, tres comunicaciones inesperadas.
- Son personas conocidas?
- Sí, mira, ves esta carta que acaba de salir?, pues significa que sí, que son personas que tú conoces.
Por mucho que insistió Anacleta, la bruja Maruja no supo decirle más.Y pasó una noche muy intranquila, preocupadísima ante la idea de que esas personas la sorprendiesen con noticias malas.
"Cómo es posible que Maruja sea tan precisa?... Tres llamadas!"

La primera en ponerse en contacto con Anacleta fue su amiga Teresa Gordejuela, más conocida como "La Pantera anti-independencia de Cataluña" Hablaron por webcam, pues La Pantera, dada su dificultad auditiva, necesitaba leer en los labios de sus interlocutores. A Anacleta le sentó como un jarro de agua helada derramado sobre su cabeza lo que le dijo su amiga:
- Son rumores, pero cuando el río suena...  Yo te digo lo que hay, querida, a tu Rupertino le han visto con otra. Que Tutatis te proteja!
Se quedó pasmada, alelada, alucinada... "Rupertino, madre mia, cómo es posible?!..."
Ya no dio pie con bola en la cocina y por poco se le queman las lentejas.
La siguiente llamada fue de su amiga Felicísima Montealegre, "Feli" Y aquí llegó lo peor:
- Sí, Ana, sí, es cierto; mira, conéctate a la red que te voy a pasar unas fotos por el correo privado de Facebook.
Y Anacleta contempló horrorizada unas imágenes en las que se veía a su Rupertino paseando de la mano con la fresca de Mar Alejandría, y se dedicaban miraditas dulces!
"Amiga, pues vaya una amiga!... cómo puede tener tanto morro?!
Sólo cinco minutos después recibió la tercera llamada, y era el mismísimo Rupertino!
- Sinvergüenza!
- Escúchame, cariño, sabes que día es hoy?
- No estoy para adivinanzas, canalla!
- Maruja, Teresa, Feli, Mar y yo nos pusimos de acuerdo para hacerte esta inocentada. Hoy es 28 de Diciembre, los Santos Inocentes, y tú eres una... inocente, inocente, inocente!... ja, ja, ja!
Anacleta no supo si reír o llorar, pero le salieron la risa y el llanto a la vez.
- Tino, te voy a matar, te voy a matar!
- Y yo también a ti, mi amor, a besos!
Y fueron muy felices y comieron los deciosos guisos de Anacleta.

Dedicado a Enriqueta Jiménez Herrera.

sábado, 27 de septiembre de 2014

Zurbahistorieta sabatina en un Septiembre del siglo XXI

Un final increible.

Don Ramiro estaba muy orgulloso de su retoño. El simpatico Ramirín ya había cumplido tres añitos y era el orgullo de sus padres, Don Ramiro y Doña Teofrasia.
Ramirín, sin soltarse de la mano de su progenitor, aguardaba pacientemente a que el semáforo para peatones se pusiese en verde.
- Nunca pasar cuando está en rojo, Ramirín, nunca!
- Nunca, nunca! - repitió el niño.
- Siempre hay que esperar, siempre!
Si no estuviese acompañado por Ramirín, Don Ramiro ya habría cruzado, pues apenas circulaban coches, pero se había propuesto muy seriamente educar al niño en el respeto y cumplimiento de las normas de convivencia, incluídas las normas de tráfico.
Pocos segundos antes de que apareciese el monigotillo verde que daba prioridad a los peatones, observó que se acercaba un coche negro.
Y llegó el turno de los peatones. Don Ramiro tiró de la manita de Ramirín, iniciando el paseíto que les llevaba al otro lado de la calzada. De pronto observó con inquietud que el coche negro no disminuía su velocidad para detenerse.

Don Fausto era un hombre permanentemente estresado. Su trabajo como ejecutivo veterano de una empresa de importación y exportación era tan frenética que muchos días no disponía ni de cinco minutos para comer.
- Que sí, Rebóllez, hostias, que el cliente está de acuerdo con la subida de precios, que...
Hablar por el móvil mientras se conduce es muy peligroso. Don Fausto solo vio aquel cuerpo humano una décima de segundo antes de que se empotrase contra el morro del coche. No vio el otro cuerpo humano que era más bajito, el del niño. Ramirín murió al instante, acabó de muy mala manera, golpeado por el coche y aplastado por una rueda. Don Ramiro aún duró cuarenta minutos y murió en la UVI móvil.

Doña Teofrasia abrió la puerta de su casa y al ver a la pareja de policías municipales empalideció al instante. "Ay, Dios mio, a Ramiro y a Ramirín les ha pasado algo!"
- Doña Teofrasia Churragozosa del Fandango?
- Sí, soy yo.
Antes de que el munipa le comunicase la mala nueva, varios pensamientos se agolparon en su mente: "No me extraña que estén muertos porque este autor mata a muchos personajes inocentes. Claro, cómo no se me ha ocurrido antes?... Los ha matado y están bien muertos, y para intentar que se le borre la tristeza y el fastidio a su única lectora visible y sensible, Doña Leona, me pone a mi un nombre y unos apellidos absurdos, como quitándole hierro a la tragedia en favor del esperpento. Este tío es un majara que va de escritor y solo se le ocurren imbecilidades. Y ahora qué?, se supone que tengo que dar un grito o desmayarme, o ambas cosas a un tiempo. Lo más correcto es que grite primero y me desmaye después, no?... Pues no, no voy a hacerlo, que le den mucho por el culo al autor. Hala, aquí se acaba el cuento.

sábado, 20 de septiembre de 2014

Zurbahistorieta de un sábado septembrino después de la gran cagada de mis "atentos lectores"

Una mierdecilla, usted mismo.


Don Eufrogio no sabía, no contestaba. Era un hombre gris, grisecillo, no destacaba, no se le oía, no intervenía en disputas, se sentía ajeno a la sociedad, no votaba, decía que era apolítico y que a él le dejasen en paz.
Pero Don Eufrogio era un mirón, espiaba a sus vecinos y se paraba en la calle a ver en plan morboso como los sanitarios atendían a un herido; gozaba con los artistas callejeros; seguía visualmente los pasos de la gente muy obesa o muy mayor, sobre todo de las señoras que cargaban con bultos y con recuas de niños. Eso sí, jamás les echaba una moneda a los artistas o a los mendigos, jamás se ofreció a ayudar a alguien en apuros, y ni siquiera se prestaba a guiar a los ciegos desorientados.
Don Eufrogio fisgaba en Internet. Se aprovechaba de las fotos o relatos que publicaban otros, los disfrutaba a conciencia, pero nunca tuvo el detalle de salir de su miserable escondrijo y agradecer a algún autor el entretenimiento que le brindaba.
Don Eufrogio era un mierdecilla, como usted, bloguero "invisible", mejor dicho: usted es Don Eufrogio, una auténtica caca de la vaca de las redes sociales.
Una tarde soleada de Otoño, Don Eufrogio se llevó un sorpresón. En uno de los parques que solía visitar para espiar a las parejas que retozaban en el césped, vio que habían erigido una estatua, una imponente estatua que se elevaba un montón de metros sobre los paseantes, las palomas y los perros meones. Alucinó al percatarse de que el hombre de la estatua era él, él mismo!... su mismo físico, su misma forma de vestir, su misma cara de nada, era él, no cabía la más mínima duda, él... Y leyó al pie de la estatua: "Al mediocre anónimo"
Usted, usted mismo, Don Eufrogio, usted que me está leyendo en este momento. Sí, sí, usted, aunque haga un click de huída intentando vanamente convencerse de que no es usted.
Don Eufrogio, usted volverá porque todos los días vuelve, je, je!... Me lo chivan las estadísticas de este blog. Don Eufrogio, es usted una mierdecilla pinchada en un palo.